23 de diciembre de 2009

Amigos para siempre



Cierra los ojos con suavidad, trata de levantarse del frío suelo lentamente mientras mira a su alrededor aturdido...
A lo lejos divisa un coche en llamas, decenas de cristales centellean a su lado, una vez de pie, le descubre...

Despierta asustado, envuelto en un sudor que le hace temblar por una milésima de segundo... aquella noche, aquel coche, aquel accidente... no puede sacar de su mente aquel fatídico día...

Sus mejores amigos, una noche larga de incesantes risas y abrazos de amistad, eterna desde aquel día... Subieron a ese coche, ojala nunca lo hubiesen hecho...
Tres personas, tres jóvenes adolescentes con eternas ansias de vivir y de ser libres, un único superviviente...
Carlos nunca volvió a ser el mismo... Noche tras noche se despierta creyendo sostener aún en sus brazos el cuerpo sin vida de su amigo, su mejor amigo, cuando entre sollozos le decía "no me olvides", y él sin poder articular palabra asentía mientras observaba como iba poco a poco perdiendo la vida en cada suspiro...
Juan, Luis y Carlos, los tres mejores amigos que nadie puede imaginar... Se conocían desde el colegio, compartieron tantos momentos... y en una noche todo aquello quedó encerrado en una pequeña y vieja cajita de galletas en un rincón de la habitación de Carlos...

Hay quien dice que el niño que todos llevamos dentro, siempre pervive en nuestro interior, incluso cuando crecemos... El niño que Carlos llevaba en su interior murió el mismo día que sus dos mejores amigos pasaron a formar parte de ese inmenso manto de estrellas que nos recubre... Ese niño quedó yacente en aquel coche en llamas, en el recuerdo imborrable de ese fatídico día...

Desde entonces, su sonrisa no tiene ese brillo que antes tenía, sus ojos siempre están tristes, su mirada melancólica...
Sentado en aquel banco en el que un día escribieron sus iniciales, junto a un enorme letrero "AMIGOS PARA SIEMPRE", Carlos ahoga su llanto, consuela su amargura escribiendo en un cuaderno cada minuto compartido con ellos, recuerda una y otra vez aquella frase "nunca me olvides" y nunca lo hizo...

Han pasado 17 años desde aquel accidente, y Carlos sigue yendo cada tarde a ese banco, a poner junto a aquel desgastado letrero dos rosas blancas...