28 de abril de 2012

Al final del camino

Un fin de semana como otro cualquiera. Manta, sofá y una película con la que llorar una hora y media. Llueve ahí afuera. Hace frío y eso me gusta. Me encanta el olor de la tierra humedecida. El sonido de la lluvia golpeando el ventanal me sosiega. Paseamos de la mano. Acompasando nuestros pasos al son de Ismael Serrano. Sonreímos sin motivo. Como dos adolescentes que se quieren sin motivos. Sin barreras. En libertad. Cruce frontal en conversaciones paralelas, carreteras sin destino, conduciendo sin frenos, al límite. De pronto el más absoluto silencio, todo se paraliza y los relojes se detienen. Me distorsiona la realidad esta felicidad transitoria. Parece querer hacerme sentir una bipolaridad constante y las sensaciones se mezclan unas con otras. Frío y calor, alegría y tristeza. Sueño e insomnio. Soledad en compañía. Trato de poner los pies en el suelo. De frenar en seco. De resurgir de esta fantasía momentánea. Abro los ojos con fuerza y ahí estás. Esa imagen de ti tan personal, tan tuya. Es curioso todo lo que me haces sentir sólo con estar ahí. Frente a mi. Después de tanto tiempo no cambia esto. sigues produciéndome ese nerviosismo en el estómago que hace que sólo quiera estar así, a tu lado. Nada más. Sólo sentarme cerca de ti y compartir tu aire. Una mirada. Una sonrisa. Un instante. Sólo eso necesito. Un instante de ti.

20 de abril de 2012

A veces necesitas un respiro de tu propia realidad, un instante en silencio, en soledad. Ese breve espacio de tiempo en que realizas un balance estrictamente necesario para valorar en qué estás convirtiendo a esa persona que anhelabas ser. Tengo veintiún años, y soy experta en complicarme la vida. No comprendo el momento exacto en que empecé a hacerlo. Pero se me da bien. Sí. En el fondo creo que me gusta ese sabor de lo prohibido. De aquello que me destruye. Quizás el día de mañana me arrepentiré de todo lo que estoy haciendo. Puede que sí. Y puede que no. La etapa más feliz de mi vida la he vivido soñando despierta con personas que nunca me quisieron realmente. Compartí con ellas todo cuanto tuve, pero nunca fue suficiente. La mayor parte de nuestra vida transcurre mientras estamos durmiendo. Tiene gracia pues siempre pensé que este tiempo era perdido. Ahora me doy cuenta de que no. Sueño cosas que no tendré y otras tantas que ya he conseguido. Ahora en mi poder poseo algo más valioso de todo cuanto pude pensar. Conozco lo importante de un gesto, de una palabra dicha a tiempo, de un abrazo simultáneo entre dos personas que no se tocan siquiera. Te conozco a ti. Eso es mucho más importante que cualquier cosa. Valiente ingenua, pensé que coloreando las cosas podían ser como yo las veía. Dibujo mundos y pinto las paredes de una casa que posiblemente disfrute otra persona. Ni siquiera sé por qué lo hago. O quizás si. Lo hago por ti. Porque te echo de menos. A veces me siento una ocupa. Creo que estoy arrebatándote eso que tanto os costó conseguir. Divago y lo escribo. Sin sentido. Como mi vida. Como todo. Como yo. Cambiando de tercio, despertar contigo es uno de los placeres más hermosos que disfruto ahora mismo. Ver tu cara, así, sin mentiras, sin trampas, con sueño. Tus gestos. Tu forma de mover las manos cuando explicas tus pensamientos y reflexiones. Tu sonrisa. Tus ojos. Tú. Eres la persona que siempre soñé tener ahí. Al otro lado. Para acomodarme en ti. Para que te acomodes en mi. Para ser uno en dos. Y lo estoy disfrutando. Te estoy disfrutando. ¿Qué más puedo pedir?