Eso de que la felicidad no debe depender de otros sino de ti es una mentira absurda, siempre dicen que no debes basarla en nadie. Pero es que la felicidad siempre está basada en otros. Siempre. Y es que nadie es feliz cuando está solo. Tendemos a buscar compañía. A realizarnos en base a algo o alguien. Para algunos puede ser un trabajo, una casa, una mascota o un televisor de cuatro pulgadas. Para otros una persona que duerma a su lado. Pero ese algo o alguien es lo que nos hace sentirnos bien, sentirnos plenos y verdaderamente realizados. Porque, qué sería de nosotros si no tuviesemos con quién compartir un logro o una derrota? Verdaderamente llegamos a ser lo que somos gracias a nuestro entorno. Sea el que sea. Por lo tanto, la satisfacción y la gratificación plena ya no depende de nosotros sino de aquello que nos sustenta. Y si ese pilar de pronto se quiebra? Pues no pasa nada, sencillamente tendremos que aprender a vivir sin él y buscar otro bastón de apoyo. Pero no nos engañemos. Eso de que la felicidad está en nuestro interior es una falacia. La felicidad está en todo cuanto nos rodea. En la sonrisa de nuestra madre o nuestro padre, en el beso de tus hermanos. En el abrazo de un amigo. En la compañía de tu pareja. En la mirada de tu hijo. En acariciar a tu mascota y sentir su calor. En un empleo que nos realice. La felicidad está en cada ínfimo detalle que pasa desapercibido para cualquiera que siempre va con prisa buscando dentro de sí grandes lujos.
27 de junio de 2014
24 de junio de 2014
La magia
Se aferró a su espalda. Primero suspirando, después sonriendo. Y ella se guardó sus suspiros y se enamoró de su sonrisa. Y suspiró. Y sonrió. Y ambas lo hicieron. Supieron que aquello sería el inicio. O puede que ya hubiese comenzado. Incluso antes de que lo inaginasen. Es lo bello del destino. De esas casualidades que entrelazan vidas. La besó en los labios por primera vez y lo supo. No necesitó mucho más que el dulce roce de su boca con la de ella para comprender que siempre la había esperado, sin buscarla todavía. Recogió cada detalle en hojas de papel y le cambió el nombre. Transformó en historias los breves instantes en que sus miradas tímidas se alimentaban la una a la otra. En silencio. A tientas. Solas entre la multitud. Entre ojos acechando. Entre rumores y sollozos. Entre bostezos y gritos. Miradas y caricias que acrecentaban el fuego. Las llamas ardían en lo profundo de su ser mientras las paredes callaban. Mientras el ascensor subía y bajaba. La música seguía sonando en su interior. Muchas veces se quedó con las ganas de decírselo. Le pudo el miedo. Pero el mundo gira y se encontraron. Coincidencias que hacen que la vida tenga sentido. Y sus ojos se clavaron en ella de nuevo. Y volvió a saber que siempre fue ella. Y esta vez sí se lo dijo. Y al sentir el tacto de su piel junto a la suya, comprendió lo que era la magia.
19 de junio de 2014
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15 de junio de 2014
Diferentes
11 de junio de 2014
Ella y el mar
9 de junio de 2014
Las estrellas no están solo en el cielo
8 de junio de 2014
Algo se quiebra
Muchas veces la vida nos obliga a tomar decisiones. Injustas o no. Dolorosas. De esas que te arañan por dentro hasta hacerte sangrar. De esas que te inundan los ojos de lágrimas. Que logran esparcir por tu almohada los pedazos rotos que quedan de tu corazón. Y entonces comprendes que si duele es porque verdaderamente existe un vínculo. Es porque ese hilo invisible que alguna vez enlazó dos partes era algo signifocativo. Si algo se quiebra hasta este punto es precisamente porque valía la pena. Aunque se difumine dulcemente como las olas que rompen en la orilla. Mirando al mar, en el puerto, te dije que te quería. Sentada en el césped, bajo el sol de una primavera tímida te lo volví a decir. Cuántos te quieros quedan ahora resumidos en una hoja a medio escribir. Cuántas caricias. Cuántos besos. Cuántas promesas. Cuántos sueños. Cuántos momentos acurrucándome entre tu pecho y tu brazo. Tal vez si el ruido ensordecedor dejase de gritarme al oído tu nombre dejaría de doler. Tal vez aún nos quede esperanza. Tal vez debería decirte que te voy a echar de menos. Tal vez debería decirte que te quiero, aquí, en silencio, escribiendo todo aquello que no puedo contarte. Que extraño tu voz y tu sonrisa. Que te espero, que voy a esperarte, que eres tú.