27 de junio de 2014

La felicidad

Eso de que la felicidad no debe depender de otros sino de ti es una mentira absurda, siempre dicen que no debes basarla en nadie. Pero es que la felicidad siempre está basada en otros. Siempre. Y es que nadie es feliz cuando está solo. Tendemos a buscar compañía.  A realizarnos en base a algo o alguien. Para algunos puede ser un trabajo, una casa, una mascota o un televisor de cuatro pulgadas. Para otros una persona que duerma a su lado. Pero ese algo o alguien es lo que nos hace sentirnos bien, sentirnos plenos y verdaderamente realizados. Porque, qué sería de nosotros si no tuviesemos con quién compartir un logro o una derrota? Verdaderamente llegamos a ser lo que somos gracias a nuestro entorno.  Sea el que sea. Por lo tanto, la satisfacción y la gratificación plena ya no depende de nosotros sino de aquello que nos sustenta. Y si ese pilar de pronto se quiebra? Pues no pasa nada, sencillamente tendremos que aprender a vivir sin él y buscar otro bastón de apoyo. Pero no nos engañemos.  Eso de que la felicidad está en nuestro interior es una falacia. La felicidad está en todo cuanto nos rodea. En la sonrisa de nuestra madre o nuestro padre, en el beso de tus hermanos. En el abrazo de un amigo. En la compañía de tu pareja. En la mirada de tu hijo. En acariciar a tu mascota y sentir su calor. En un empleo que nos realice. La felicidad está en cada ínfimo detalle que pasa desapercibido para cualquiera que siempre va con prisa buscando dentro de sí grandes lujos.

24 de junio de 2014

La magia

Se aferró a su espalda. Primero suspirando, después sonriendo. Y ella se guardó sus suspiros y se enamoró de su sonrisa. Y suspiró. Y sonrió. Y ambas lo hicieron. Supieron que aquello sería el inicio. O puede que ya hubiese comenzado. Incluso antes de que lo inaginasen. Es lo bello del destino. De esas casualidades que entrelazan vidas. La besó en los labios por primera vez y lo supo. No necesitó mucho más que el dulce roce de su boca con la de ella para comprender que siempre la había esperado, sin buscarla todavía. Recogió cada detalle en hojas de papel y le cambió el nombre. Transformó en historias los breves instantes en que sus miradas tímidas se alimentaban la una a la otra. En silencio. A tientas. Solas entre la multitud. Entre ojos acechando. Entre rumores y sollozos. Entre bostezos y gritos. Miradas y caricias que acrecentaban el fuego. Las llamas ardían en lo profundo de su ser mientras las paredes callaban. Mientras el ascensor subía y bajaba. La música seguía sonando en su interior. Muchas veces se quedó con las ganas de decírselo. Le pudo el miedo. Pero el mundo gira y se encontraron. Coincidencias que hacen que la vida tenga sentido. Y sus ojos se clavaron en ella de nuevo. Y volvió a saber que siempre fue ella. Y esta vez sí se lo dijo. Y al sentir el tacto de su piel junto a la suya, comprendió lo que era la magia.

19 de junio de 2014

Seguir

Despertó algo asustada aquella mañana. Miró el reloj y supo que era demasiado tarde. Había perdido ya la oportunidad de coger el primer tren que la llevaría de regreso a casa. Pensó por un instante en todo lo que había vivido allí. La gente que conoció en este tiempo y lo que había crecido. Pero ya no aguantaba más. Supongo que su mente no resistió quedar relegada a segundos planos. Quería ser por una vez la protagonista de su propia historia. Y debía comenzar ahora. Ya. Llenó la maleta de aire y algo más. No sabía muy bien de qué, eso era lo menos importante en estos momentos. Salió a la calle y los rayos de sol cegaron sus ojos por un breve instante. Dudó un rato si marcharse o no, si huir de nuevo. Si tragarse su orgullo o plantarle cara a la vida. Difícil decisión para momentos críticos. Nunca supo enfrentar cuestiones lo suficientemente relevantes en su día a día. Pero había llegado la hora de tomarse en cuenta. De hacerse fotografías a sí misma y admirarlas. De dejar de mirar siempre el paisaje para vislumbrar su yo interno. Y frenó en seco ante el escaparate de la esquina dorsal. Y sonrió a su reflejo y al interior, como queriendo robar al maniquí sus ropas vintage. Entonces se adentró en la tienda y se compró por fin algo pensando en ella. Como jamás pensó que lo haría. Se regaló algo. Por primera vez. Tenía que aprender a quererse y lo sabía. Aprender a valorarse y comprender que merece algo más que ser una pieza de coleccionista. El mundo estaba entre sus dedos. Esperando en hojas en blanco a que ella escribiese todo lo que necesitaba escuchar. Y debía saberlo. A veces sollozaba en el silencio de una luz tenue. Sin que nadie la viese. Maldiciendo su suerte sin saber que había sido ella quién había elegido tenerla. La suerte se elige, pequeña. Y ella decidió ser esa mínima parte pudiendo ser un todo. Estaba en su mano quedarse ahí o marcharse a la estación y coger el tren que la llevase a cualquier otro destino. El problema es que ella solamente quería su tren. Aunque fuese al mismo infierno. Aunque no parase nunca en la estación donde se encontraba. Ella seguía ahí, sentada, jodida y radiante, esperando.

15 de junio de 2014

Diferentes

Le dio un beso en la mejilla. Sonriendo. Solía pensar que cuando besas a alguien y sonríes es porque sientes algo muy fuerte. Y era cierto. No dejó de brillar su mirada mientras se encontraba con la suya. Y eso era realmente bello. Alrededor, un chico joven leía el diario. Noticias turbias y poco esperanzadoras de la actualidad diaria. Sus manos hablaban un lenguaje distinto, como todas las veces que se encontraban. Eran cómplices que nunca terminaban de ser culpables. Jugaban a ser niños que crecieron antes de lo debido. Su historia se fraguó entre viandantes y prisas. Entre árboles deshojados y mares cuyo oleaje siempre regresa al caer la tarde. La ciudad les recibía con un vuelo de palomas. O de aves de paso. No importaba más. El paisaje era lo de menos. Acompasaban sus pasos e intercambiaban sus chaquetas para no sentir la brisa. Al dormir, sus espaldas chocaban una con la otra, hasta trasmitir un calor que podía encender las luces del extrarradio. Víctimas de un reto que les superó. Vivían cerca de las barras de los bares. Cabalgando entre aceras sucias. Limpiando amaneceres con sus dedos. Divagando entre los tejados en la compañía de gatos callejeros trasnochadores. Ponían nombre a las calles de cada pueblo que recorrían. Huyeron del frío y también del calor. Vieron caer a sus amigos y a sus enemigos. Callaron las voces de aquellos que nunca creyeron que podían ser alguien. Niños indefensos. Cogidos de la mano y sonrientes. Pequeños grandes seres diminutos que se vieron obligados a crecer por una sociedad podrida. Tildados y etiquetados. Señalados por gentes cobardes que aún hoy no se atreven a mirar al frente y ser ellos mismos. Juzgados por personas que creen ser superiores a ellos. Que se creen con el derecho de humillar, de machacar a alguien por el mero hecho de no pensar, de no actuar de la misma manera que el resto. Les obligaron a crecer. Y crecieron. Y ahora pasean sin más con la cabeza alta. Sonriendo. Orgullosos de su suerte. De saberse dichosos por lo que son. Sin darle a aquellos que quisieron hundirles la oportunidad de verles derrotados. Sin avergonzarse de ser diferentes. Porque ellos son únicos. Ellos son los que merecen la pena. Ellos son la esencia distinta que marca la diferencia.

11 de junio de 2014

Ella y el mar

Ella coleccionaba atardeceres a la orilla del mar. Siempre caminaba con la sonrisa puesta, aunque no tuviese ganas de reír. Decía que era el mejor regalo que podía hacerle al mundo después de todo. Pese a que no siempre le hubiese devuelto todos los favores que ella le había hecho. No le importaba la lluvia, ni el frío, ni siquiera el viento que azotaba su ventana a media noche. Simplemente se dejaba llevar por el pasar del tiempo. Navegando entre las agujas de un reloj que no siempre le daba la razón. Llegó a veces a ser presa de sí misma, hasta que comprendió que no le gustaba vivir entre cadenas ni yugos. Entonces conoció la verdadera libertad, la de sus pensamientos. Se liberó de ella. Y aprendió así la lección más importante. Que no se trata del camino que sigas, sino de los zapatos que utilices al andarlo. Y es que ella se pasó demasiados días corriendo con tacones por sendas embarradas. Y siempre se quedaba estancada en un cruce de calles. Ahora en cambio se descalza sin pudores a que le vean los pies, ya no tiene miedo. Ahora deja que su pelo se balancee entre sus hombros y sueñen juntos. Dejó de atarlo entre cordones negros. Dejó también de mantener encendida la luz del pasillo, supongo que comprendió que no regresaría más. Dejó de darle la mano al fantasma de su ausencia. Dejó de guardar recuerdos entre páginas que no leería. Ahora escribía historias al caer el sol. Aprendió que por más que digas que sí, has de querer hacerlo. No se trata de poder, se trata de querer. Y ella quiso, y por eso pudo. Y ahora se refleja entre la sal y la arena, dejando que el agua remoje sus pies y acaricie su cuerpo. Y levemente sonríe. Y dibuja corazones que se esfuman con el oleaje, pero no le importa. Ahora sabe que por más que las olas borren sus garabatos, siempre podrá seguir dibujando.

9 de junio de 2014

Las estrellas no están solo en el cielo

Su capacidad para enfrentarse a la vida es admirable. Su valentía. Su franqueza. Su sentido del humor. Es un superviviente. Un nómada de todo. Quisiera decirle que transmite paz dentro de su caos constante. Que aunque sea un torbellino de ideas, su corazón dormita en un remanso de tranquilidad. Que me encanta su capacidad de aprendizaje. Que estar a su lado es hermoso por su nobleza. Que llegará muy lejos porque ha luchado siempre contracorriente para conseguir lo que desea. Porque aunque tiene miedos, sabe enfrentarlos y esquivar cada golpe que le da el devenir de los días. Porque su mirada es limpia. Porque conserva la inocencia de cuando era niño. Porque goza de la libertad de los que aman la vida por encima de todo. Él es de esas personas que, cuando estás con ellas, siempre quieres quedarte un poco más. Sabe escucharte con esa atención que agradeces. Y su sonrisa susurra "todo irá bien" cuando se tuerce todo. Me gustaría decirle que confío en él y que sé que podrá. Que goza de una buena estrella que le alumbra desde hace tiempo. Pero tal vez no lo sepa. Que tiene a su alrededor una familia tan digna. Tan maravillosa que emociona verles unidos ante cualquier adversidad. Me gustaría que supiera que la soledad jamás será un problema para alguien como él. Porque ese tipo de personas nacieron para estar rodeados de gente buena. Gente similar a lo que es él. Gente con esencia. Con esa garra y ese potencial que tiene en su interior. Es un diamante en bruto. Aunque queden cosas por pulir está hecho con esa materia con la que nacieron todos los suyos. Él, y sus hermanas, son personas diferentes, difíciles de encontrar, únicas. Por eso tengo tanta suerte al tenerles cerca.

8 de junio de 2014

Algo se quiebra

Muchas veces la vida nos obliga a tomar decisiones. Injustas o no. Dolorosas. De esas que te arañan por dentro hasta hacerte sangrar. De esas que te inundan los ojos de lágrimas. Que logran esparcir por tu almohada los pedazos rotos que quedan de tu corazón. Y entonces comprendes que si duele es porque verdaderamente existe un vínculo. Es porque ese hilo invisible que alguna vez enlazó dos partes era algo signifocativo. Si algo se quiebra hasta este punto es precisamente porque valía la pena. Aunque se difumine dulcemente como las olas que rompen en la orilla. Mirando al mar, en el puerto, te dije que te quería. Sentada en el césped, bajo el sol de una primavera tímida te lo volví a decir. Cuántos te quieros quedan ahora resumidos en una hoja a medio escribir. Cuántas caricias. Cuántos besos. Cuántas promesas. Cuántos sueños. Cuántos momentos acurrucándome entre tu pecho y tu brazo. Tal vez si el ruido ensordecedor dejase de gritarme al oído tu nombre dejaría de doler. Tal vez aún nos quede esperanza. Tal vez debería decirte que te voy a echar de menos. Tal vez debería decirte que te quiero, aquí, en silencio, escribiendo todo aquello que no puedo contarte. Que extraño tu voz y tu sonrisa. Que te espero, que voy a esperarte, que eres tú.

6 de junio de 2014

Nuestra voz

Puede parecer sencillo, ¿verdad? Dejar que las cosas fluyan. Permanecer ahí, como si no importase. Como si al pincharte no sangrases. Como si el frío no te calase hasta los huesos. Un susurro casi imperceptible te dice que debes comenzar a gritar. A dejar de una vez por todas de callarte lo que te molesta. Porque a fin de cuentas yo también cuento. Soy una parte más de este todo que nos forma. Soy una pieza más de este puzzle. Y de tantas veces que han intentado colocarme en un espacio que no era el mío, mis vértices se han ido desgastando. Y el dibujo se ha ido borrando y ya no consigo siquiera adivinar de qué se trataba. Si era un paisaje de un bosque o se trataba de una playa del sur. Si tal vez era invierno o era primavera. No lo sé. Hace tiempo que mi vida estaba estancada de una espiral que nunca me gustó. Y siempre me hacía las mismas preguntas, ¿por qué me pasa todo a mí?, ¿por qué no consigo ser feliz?. Hasta que comprendí que me estaba haciendo las preguntas equivocadas. Y que realmente no estaba haciendo absolutamente nada por cambiar mi manera de ver las cosas. Y es que si realmente pretendemos que todo tenga un sentido diferente hemos de movernos. De iniciar una rotación. Un movimiento. Una nueva perspectiva. Llamémosle cambio. Sí. Dejé de compadecerme de mí misma y me puse manos a la obra. Y poco a poco he logrado trazar una línea distinta. He descubierto que hay nuevos retos que me ilusionan. He aprendido. He crecido. He llorado. He reído. En definitiva, he vivido de verdad. He dejado de ser una espectadora del teatro de mi vida para pasar a actuar en él. Me he subido al escenario y he adquirido el papel protagonista, el que siempre debí tener. Porque mi vida es mía y nadie la va a vivir por mí. Por eso a veces hemos de dejar el miedo a un lado, arriesgarnos y subir a las tablas, dejar que los focos nos iluminen y gritarle al mundo todo aquello que siempre quisimos decirle, no importa quién esté dispuesto a escucharnos, lo importante es que estemos dispuestos a hablar con nuestra propia voz.

4 de junio de 2014

El tiempo pasa

La ingenuidad. Lo volátil de lo corriente. La soledad de lo sencillo. Lo poco que se valora lo realmente importante. Lo que es casi imperceptible. Desde donde me encuentro puedo ver una ventana idéntica a la que había en la casa que solíamos visitar cuando éramos esos valientes bajitos y aventureros. Con ansias por comprenderlo todo. Cristal ámbar y formas esféricas. Cuando mirabas a través de él las cosas eran distintas. Podías imaginarlo todo y dejar que tu mente viajase a lugares de ensueño. Nos montábamos en un tren hacia un sitio indeterminado y volábamos. Ingenuidad. Ahora ya no es así. Somos más frágiles. Nos rompemos con mirarnos a los ojos. Con observar una silueta de mujer caminando a lo lejos. Con rozar unos labios ajenos que nos hacen vibrar. Nos enamoramos y nuestro corazón se torna papel cebolla. Tan débil que casi puede quebrarse con un leve suspiro. Y dicen que los niños son seres indefensos, cuando los adultos no entienden el mundo en que vivimos. Conforme crecemos, vamos dejando atrás sueños en casas construidas en las copas de los árboles. Castillos de arena en la orilla de centenares de playas donde veraneamos algunos veranos. Sonrisas perdidas entre los brazos de nuestros abuelos. Corazones mal dibujados con los nombres de nuestros padres. Nuestra mirada más sincera, más limpia. Y entonces maduramos y perdemos esa inocencia. Esa ilusión por dormir temprano la noche de reyes. Aunque ganamos tantas cosas que merece la pena, ¿verdad? Ganamos experiencias. Ganamos la certeza de sentir. Ganamos sabiduría. Ganamos el porvenir. Ganamos la capacidad de compartir una vida y crear otra. De ver crecer a nuestros padres. De ver cómo hemos ido cambiando. De coleccionar fotografías antiguas. De disfrutar de un libro y aprender de él. De tener un hijo y verle crecer. De tener un hogar. Un perro o un gato. De amar y ser amados. De evolucionar. El ciclo de nuestra vida. Lo bello de que el tiempo siga su curso.