1 de septiembre de 2014

Subir y bajar

Vamos por la vida subiendo y bajando peldaños. Caminando sin rumbo o con una dirección que parece cierta, hasta que de pronto algo o alguien nos hace comprender que no era la senda que mejor nos dirigía hacia el lugar al que queríamos llegar. A menudo nos dejamos llevar por corrientes que no son las que deberían. Y sin más cerramos los ojos para no ver lo que nos depara al otro lado. Vamos coleccionando derrotas, construyendo proyectos que dejamos sin terminar porque no nos satisfacen realmente. Planeando futuros que sabemos de antemano que no tienen un lugar. Y caemos. Caemos por la escalera de la tristeza. Viendo nuestro objetivo ahí arriba, casi a punto de ser alcanzado, y nosotros allí, en el suelo, maldiciendo a nuestros pies por haber tropezado, a nuestros zapatos, a nuestros cordones por estar desatados. Cuando la realidad es que nuestra cabeza es la culpable de la caída. Es ella la que ha conseguido que no lleguemos a la meta, que a mitad de camino pisemos el escalón equivocado. Y nos pasamos horas y horas pensando por qué lo hicimos, por qué no pudimos subir, en lugar de tomar impulso y volver a intentarlo. Y así va corriendo el tiempo. Mientras seguimos tendidos y nuestro objetivo se difumina en lo alto de la escalera. ¿Por qué no dejamos de mirar hacia ese pasado? Ya no importa lo que no hicimos, o lo incorrecto que fue aquello que sucedió para hacernos caer. En cambio está en nuestra mano el día de mañana, y el siguiente. Ayer ya está tachado de nuestro calendario. Se esfumó, se ha ido. Lo demás, está por venir. Es nuestro. Y depende de nosotros aprovecharlo, o dejarlo pasar de largo.