29 de octubre de 2014

Confesiones

Confesaré que te echo de menos. Que duele el frío. Que duele la distancia entre las dos. Salir del paso mirando a otro lado fingiendo que no me muero de ganas por besarte. Correr detrás de ti sin que me veas. Recoger mis pedazos mientras me pierdo entre tu sonrisa. Dejar las luces encendidas para que veas el camino,  por si te da por regresar una tarde cualquiera. Fumar y buscarte entre el humo. Abrir los ojos para saber dónde encontrarte de nuevo. Frecuentar sitios a los que podrías ir. Llorar este hielo que llevo dentro. Para en seco ante los portales que conservan nuestros aromas.

28 de octubre de 2014

Insomnio

Noche en vela. Antes no dormía porque la realidad era mejor que el sueño. Ahora es porque te estoy echando de menos con todas mis fuerzas. Recordando aquellos tiempos en que nos perdíamos entre el ruido en una casa plagada de miedo. Insomnio de no verte. De tratar de aceptar que te vas. Que te has ido.
¿Sabes? Nunca he querido como te quiero. Y nunca me han querido como tú. Es curioso. Pensar cómo era hace algún tiempo. Cuando todavía éramos extranos que deseaban saber algo más el uno del otro. Cuando el mar nos aguardaba impaciente. Y así fue sucediendo.  Donde el verde y el azul se mezclan. Donde se pintan las fachadas de un blanco roto. Donde el suelo tiembla. Donde los rayos de sol nos tibian la piel. Allí descubrí que habías conseguido hacerme mejor persona. Donde los balcones ventilaban las ropas de ayer. Donde se desordenó la cama entre caricias de ida y vuelta. Allí te vi y me encontré. Entre tus sonrisas. Entre tu cabello suelto al viento. Entre tus brazos. Allí quise formar un hogar para dos.
Y ahora se esfumó. Partió como los barcos zarpan en busca de una tierra nueva. Ahora me alimento de ti en mi recuerdo. Pensando en lo que pudo haber sido. En lo que no te he dicho todavía. En los besos que te guardo. En los abrazos que se han quedado sin dar. En las miradas que son para el espejo porque no puedo dedicarte. En las películas que no veré contigo. En los paseos. En los viajes. En la magia que aún queda en mí. En los vuelos entre cuatro paredes. Insomnio cruel que me impide soñar con tu regreso.

20 de octubre de 2014

Todo y nada

Todo y nada. Eso somos a veces. Un día me dijeron qué me aportaba estar presa en mi cárcel de pensamientos en espiral. Echo la vista atrás y me recuerdo ahí, sola. Con una multitud rodeando mi torpe existencia, viéndome caer, perder, ganar y volver a perder. Subida en lo alto del precipicio. Mirando hacia abajo. Deseando saltar y que todo se esfumase. Pero no solo se marcharía lo malo. También lo bueno se pierde si te vas. Se pierden las sonrisas de aquellos que creían en ti. Se pierden los abrazos que llenan tu cuerpo de calor y vida. Se pierden las cosquillas a media tarde. Se pierden las miradas de admiración de la gente que sueña verte feliz. Se pierden los besos. Se pierden las palabras de ánimo. Se pierden los momentos bajo la lluvia riendo a carcajadas. Se pierden las noches con los zapatos en la mano. Se pierde el aroma a tierra mojada. Se pierde el cariño de tus mascotas. Se pierden los proyectos de futuro. Se pierde el ver crecer a los tuyos. Se pierde el madurar sabiendo que eres tú quién toma las riendas de todo. Se pierden las películas. Se pierden los suspiros. Se pierde conocer el amor que te despierta los latidos. Se pierde la música. Se pierde el baile. Se pierden los cafés con amigos. Se pierden las charlas a medianoche. Lo pierdes todo. Tal vez por eso me di cuenta de que valía la pena dejarte atrás. A ti y todo lo que me hacías sentir. Soledad y desamparo. Mareos y náuseas. Control y descontrol. Inseguridad disfrazada de seguridad. ¿Qué puede quedar en mí de ti? Si me robaste años enteros sollozando en una esquina. Me robaste la risa. Me robaste las caricias. Me dejaste inmóvil. Ni siquiera dejaba que me tocasen otras manos. Incluso yo misma dejé de mirarme por ti. Me robaste mi silueta, mis ojos, mis labios. Me robaste el verme y poder saber que era yo. Me escondiste tras tu sombra y me dejaste sola. Te fuiste cuando creí que contigo todo sería mejor. Me enseñaste el infierno de cerca y abandonaste mi alma entre mármoles fríos y sedientos de mis restos. Dejaste a mi familia envuelta en tus sudores. Dejaste a mi madre llorando de noche. Y a mis amigos con la preocupación y la incertidumbre de saber si volvería a ser yo. Me embaucaste y te creí. Me robaste el sueño. Lo convertiste en pesadillas cargadas de comida y básculas. Te creí cuando decías que no se me iría de las manos. Y me llevaste hasta la cuerda floja. Y allí vi lo que nunca quise ver. Parece sencillo, ¿verdad? Pero no lo es. Verte ahí, entre el aquí y el allí, escuchando llorar a cada persona que entraba y te veía. Leyendo en sus ojos el desasosiego y la tristeza. Por eso te dejo ir. Me conocí el día que comprendí que valía más que tú. Más que lo que tenías para mí. Más que tus idas y venidas. Más que tus dolores de estómago al caer el sol. Ahora puedo caminar sin miedo, puedo abrazar, puedo besar. Y sobre todo, puedo comer sin sentirme culpable por ti. Puedo sonreír de veras, como nunca lo había hecho. Puedo querer, puedo vivir. Ya no te quiero aquí. He descubierto algo mejor que tú. Y merece la pena.

15 de octubre de 2014

Si me quedo

Si me quedo, es para que me digas que no me vaya. Es para que tu risa sea mi banda sonora. Para que tus caricias revivan mi cuerpo dormido. Si me quedo, es para que tu aliento en mi nuca siga produciéndome escalofríos. Es para que las canciones sigan hablando de ti, de mí, de las dos. Si me quedo, es para mirarte mientras no ves que lo hago, para contar los lunares que pueblan tu piel. Para esbozar sonrisas que tatuaré. Si me quedo, es para que la lluvia no sea un impedimento, para que me beses mientras nos empapa y nos sorprende una carcajada. Si me quedo, es para que deje de quemar el fuego de tu ausencia cuando no logro verte. Para que tus pupilas encajen con las mías con esa perfección tan mágica. Si me quedo, es para que los sueños tengan sabor a miel. Para que tus manos nunca se sientan solas. Si me quedo, es para que encuentres siempre el camino de regreso hasta mi puerta. Para que me seduzcas sin saberlo. Para que tus defectos sean simples imperfecciones que te hacen única. Si me quedo, es para que confíes que no me iré si no me lo pides. Para que siga fluyendo la química instantánea que me hizo lanzarme a tu abismo. Si me quedo, es para demostrarte que no todo sale mal, que aún queda la esperanza. Para que te pierdas encontrándome a cada paso. Si me quedo, es para que tus susurros me griten al oído que me quieres tanto como yo a ti. Para que las palabras se queden cortas y los hechos hagan los días increíblemente bonitos. Si me quedo, es para llenar de ternura cada batalla. Para que los recuerdos malos dejen de atormentar tu sueño. Para pintarte con acuarelas lugares donde siempre quisiste ir. Si me quedo, es para que veas que es real, que lo que digo y lo que hago no lo haría por nadie que no se llamase como tú. Para que la alegría se instale entre tus paredes y el sol no deje de brillar. Si me quedo, es porque te quiero como nunca quise antes. Si me quedo, es porque creo en ti, en mí, en ese nosotras que me incita a construir un amor que, además de sentirse, puede disfrutarse. Si me quedo, es porque mi vida ya lleva tu nombre.

9 de octubre de 2014

La espina y la flor

Las espinas son fuertes a simple vista. Parecen estar hechas para no sentir, para doler. Pero no todas son iguales. Viven encadenadas a una flor. La más bella del jardín. Se pasan los días observando el paisaje. Apreciando el aroma que emana de cada pequeño brote de vida. Se alimentan de recuerdos, de imágenes, de despojos. Nadie comprende que sin ellas no habría flores. Ni jardines. Que la naturaleza las creó para proteger a su bella flor. Una vez conocí de cerca a una espina. Era sombría y discreta. Tenía la tez pálida y la mirada cargada de incertidumbre. Pese a su apariencia fuerte, escondía un corazón humilde y sencillo, plagado de amor que regalar a su hermosa flor. Pero la flor tenía un mundo distinto del suyo, esperaba a que su jardinero un buen día la cortase y así adornar un hogar, inundarlo de colores, de aromas frescos. La espina se enamoró de su flor. Se enamoró como lo hacen los adolescentes, ansiaba que su compañera un buen día le profesase un amor como el que ella sentía. Pero las flores no están hechas para enamorarse de las espinas. Ellas son hermosas y aventureras, siempre quieren más, esperan más. Y la espina lloraba desde su tallo, viendo como su amada buscaba lo que ella podía darle, pero no veía a la espina, solo veía el jardín y a su jardinero. Y es que, cuando la espina se enamora de la flor, siempre se queda sola. Viendo cómo ella se marcha, hermosa y radiante. Porque las espinas nacieron para ser rechazadas. Para quedarse quietas viendo brotar un jardín frondoso. Para enamorarse perdidamente sabiendo que jamás las querrán a ellas. Puede que algún día, quizás dentro de muchos años, sea la flor la que extrañe a su pequeña y delicada espina.

5 de octubre de 2014

Temblar

Temblar. De frío. De rabia. De ganas. Temblar. Salir de pronto, una tarde cualquiera, y verlo claro. Es ella. Eres tú. Somos. Seremos aire. Seremos la magia que hace que las cosas fluyan. Seremos amor. Seremos risas. Seremos eso que todos envidian. Seremos sueños. Seremos capaces de hacer cualquier cosa. Seremos lluvia. Seremos sudor. Temblar. Mirar tu cuerpo y temblar. De frío. De ganas. Caminar y no mirar el camino andado. Caminar y que nuestros pasos resuenen en la lejanía. Reír. Tomar aire y reír. De todo y de nada, solamente reír. Besar. Hasta que no exista miedo. Hasta que el tiempo se detenga. Besar. Mirarte y sonreír. Acariciar tu cuerpo como las cuerdas de una guitarra. Temblar. De frío. De ganas. Temblar. Querer. Cada palmo de ti. Cada detalle. Cada lunar. Cada cicatriz. Querer. Buscar una vida. Contigo. En un rincón. En un trozo de mar. Entre las estrellas. En un papel. Buscar. Compartir todo. O algunas cosas, pero compartir. Entrelazar las manos. Temblar. De frío. De ganas. De ti.

2 de octubre de 2014

Viaje de palabras

La realidad te mira de frente. Tratas de pisar sobre la tierra firme. Sin tambalear. Sin parpadear. Sin descanso. Te abruma la vida. Te aterra lo que ves. No sabes si plantar cara o arrodillarte. Si quedarte o salir corriendo. La certeza de sentir. De acostumbrarte al dolor. Al llanto. Al caos. Al miedo. Te relajas un instante y tomas aire. Abres la ventana. Ahí sigue un mundo dormido. Pestañeas. Tus ojos ven más allá de todo. La sientes lejos. En una burbuja que no te incluye. Te gustaría poder abrazarla. Pero estás inmóvil. La miras y la ves. La reconoces. La conoces. ¿Ella te ve? Saltar. Jugársela. Un tren se desvía. Se pierde a lo lejos. Se ha ido. El silencio te enseña. El calor te llama. Buscas el norte. O el sur. Cualquier lugar es bueno. Tú. Tu hogar no existe. Nómada del mundo. No hay sitio para mí. Tu vida no me incluye. La tierra se ha quedado pequeña. Habitas aquí. Allí. ¿dónde estás? La nada es lo único que posees. Sentirse sola. Con tanto alrededor. Sola ante la multitud. Sola ante tus pensamientos. Sola. Cruel destino incierto. Futuro imperfecto. Pasado simple. Presente pasivo. No me ves. Estoy aquí. Ahí. Ahora. Estoy. Estuve. Estaré. Vuelan entre los días aves que no regresan. Vuelas. No tengo altura suficiente. No llego. Ofrezco vida a domicilio. Abrazos que abrigan. Besos que sacian la sed. No llego. Juegas a ser feliz. Barcos naufragados. Varados en la orilla. Sorpresas imprevistas. Calor. Extrañar. Extrañarte. Equilibrio. Certezas de amor tatuadas.