17 de diciembre de 2014

Acuérdate de vivir

Los días pasan. Uno tras otro. Como quién lee un libro con interés. Divertido de saber más a cada frase que va saboreando. Instantes efímeros que duran poco o mucho tiempo. Cada uno decide cuánto puede durar un instante. Ni mucho ni poco. Solamente lo que esperas de él, lo que sientes, lo que haces sentir, lo que aprendes, lo que vives. Tantas veces nos hemos sentido vacíos sin comprender que, verdaderamente, estamos al completo de tanto que sentimos. Solo aquel que nada siente ha perdido la batalla. Absolutamente todo nos provoca una reacción. Ya sea tristeza o alegría, confusión o desasosiego. Pero lo sientes. Lo percibes como algo positivo o negativo que va mermando o aumentando las ganas. De cada uno depende quedarse con una parte o la otra. Hace un tiempo descubrí que todo se resume en las personas que nos rodean. En sus enseñanzas, en sus historias, en su cotidianidad. Somos diferentes y parecidos. Sufrimos y somos felices. Pero somos, a fin de cuentas, miles de nadas que buscan un todo. Llega el final de un año y en cuestión de segundos dará comienzo una etapa nueva, o igual a la anterior pero con matices. Es una espiral de emociones que se agolpan en cada uno de nosotros y nos da aliento para continuar. Lo mejor de vivir es ser consciente de que vives. Y también entender que el final llegará en algún momento. Nuestro problema es que tememos tanto ese final que nos olvidamos de exprimir cada hora, cada minuto que va pasando. Y después lamentamos no haber vivido. "Memento vivere" decían los antiguos, "carpe diem", bonitas filosofías que a casi todos nos encanta presumir, pero que, en nuestro fuero interno, jamás llevamos a cabo. Si pasásemos más tiempo sintiendo cada latido como si efectivamente nos fuera la vida en ello, posiblemente entonces dejaríamos de adentrarnos en vidas ajenas, de lamentar pérdidas que no son tales, de valorar las cosas sólo cuando ya se han ido. Es una lástima que perdamos entre andenes el verdadero viaje, que entre suspiros nos quedemos con las ganas de besar, de abrazar, de hablar. No siempre existe una segunda oportunidad, aunque nunca sea tarde para volver a nacer y regalarnos la posibilidad de ser realmente felices. Yo he decidido vivir, sin más preámbulos, sin vaguedades, sin dobleces. Porque a mi alrededor tengo un sinfín de instantes que saborear, que reír, que llorar, que sentir. Porque el mundo puede ser como yo quiera que sea. Y si no me gusta, construyo un nuevo amanecer con otros colores. Porque no importa si hace frío, llueve o el sol quema la piel, lo que importa es si estoy dispuesta a caminar bajo la lluvia o a tostarme en la azotea de un edificio cualquiera.