20 de febrero de 2016

Infiel

No entiendo la vida. Creo que dejé de comprenderlo todo el día que te conocí. Me cegaste, me embrujaste, me hiciste dejarlo todo por ti. Y ahora duermes con él, sin saber que me mata, o tal vez sabiéndolo. Duermes cada noche, te vas al cuarto y yo te escucho mientras disfrutas con alguien que no soy yo, mientras te das a él, mientras vas menguando lentamente mis ganas de seguir aquí, mis ganas de marcharme, mis ganas de vivir. Duermes y yo me quedo ahí, sentada en el sofá, mirando los reflejos de la televisión, mirando por la ventana, escuchando música para no escucharte con él. Y aun así no dejo de oirte, no dejo de verte, de imaginarte. Sigo sintiendo ese dolor agudo que se queda en mi estómago, que no me deja dormir, que no me deja seguir adelante y mandar esto a paseo. Te quiero y tú lo sabes bien, por eso sigues haciéndolo, porque sabes que no voy a dejarte, pese a todo, pese a tu infidelidad contínua delante de mí. Pensé que eras alguien leal, lo prometo, confiaba en ti casi más que en mí misma. Y ahora no sé qué hacer, no puedo respirar. Cojo una cuchilla y corto mi brazo izquierdo, lento, sintiendo el dolor con cada corte, sintiendo la sangre recorrer mi piel herida, sintiendo sin sentir ya. Pido gramo y medio y sigo, sigo y sigo, hasta que consigo dormir. Hasta que las fuerzas me superan, me dejan. Buscando cualquier salida de emergencia para huir de ti, de él, de los dos. Fumo y tras cada calada un suspiro me delata, un suspiro de esos que hablan de desamor, de nostalgias, de melancolía, de amor perdido. El cigarro va consumiendo mis pulmones y yo me quedo aquí, pensando en ti como un idiota enamorado.