2 de diciembre de 2013

Tenías que ser tú...

Fumo. Calada tras calada. Últimamente es lo único que me hace sentirme viva. Me invade un breve pero intenso sentimiento de culpa. La culpa parece desvanecerse entremezclada con el humo denso del cigarro. Un coche acelera en la esquina. El frío me acompaña mientras camino lentamente hacía un destino algo incierto. No sé si tengo claro hacia dónde voy. Empiezo a pensar que lo de divagar no se me da del todo bien. Frases inconexas se dibujan en la pantalla de mi ordenador. Tendré que ordenarlo todo y darle sentido. Demasiadas cosas por hacer y poco tiempo. Escucho a lo lejos la melodía de una canción que una vez me hizo soñar. Pienso. Me detengo un instante. Reanudo mis pasos haciéndolos sonar. Tarareo una canción. La sensación de vacío me llena. Sonrío. Tu imagen en mi mente. Vuelvo a sonreír. Río. Te miro. Vuelvo a hacerlo. No estás pero te veo. Ojalá estuvieras aquí. Recuerdo las palabras de anoche. Nadie me había dicho antes eso. Y yo pensando en ti. Viéndote a ti. Sonriendo por ti, L. Tenías que ser tú. Quiero que seas tú. Ojalá fueses tú. Te observo. Me distraigo entre tus detalles. Te analizo. Tú. Esa belleza tan tuya. Mirada ardiente y serena. Sonrisa preciosa. Tú. Tenías que ser tú. Cada vez paso menos tiempo contigo y más tiempo con tu recuerdo. Duele. Te extraño. Temo perder esa nitidez de ahora. Vuelvo a verte de nuevo, en mis pensamientos. Ahí nunca dejarás de estar. Tenías que ser tú. Nadie más. Busco y rebusco. Y no hallo la forma de no encontrarte a cada paso que doy. Resquicios de ti y de tu presencia siguen ahí, enrolados en mis días, en mis noches. Tenías que ser tú. Y lo peor de todo es que me encanta que seas tú. Verte sin verte. Sin que estés. No imagino nada más bello. Mis dedos acariciando ahora el teclado en busca de las palabras adecuadas que describan tu ausencia. La sinrazón de no verte, no escuchar tu risa, tu voz... Un día más. La rutina sigue presente golpeando la puerta. Despierto aturdida. El sudor recorre con suavidad mi columna. Bajo la ducha el chorro de agua caliente me transporta a un mundo distinto. Quisiera poder hacerlo real. Quedarme allí y no tener que regresar cuando el grifo se detenga. Salgo empapada y observo a esa extraña en el espejo. Hace tiempo que no sé quién soy. En mis ojos me busco y me reconozco. Sonrío al verme. Por primera vez. Como cuando ves a alguien conocido en medio de una ciudad nueva. Me visto despacio. Recorriendo palmo a palmo mi cuerpo. Reconociéndome. Reencontrándome conmigo de nuevo. Busco un ápice de ti en cada rincón. Mi mirada te busca con la esperanza de encontrarte, pero no estás. Desayuno tibio con palabras huecas. Un cruel sentimiento de tristeza me invade. Pero no consigo llorar. Necesito sacar de dentro este dolor. Rabia contenida. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo sacar de mí todo lo que queda de ti? Me da miedo perder ese rescoldo que me queda. Ahora es mi sustento. El sol se instala en mis ojos y dilata mis pupilas. Entrecierro los ojos para protegerlos, ¿cómo protegerme de mis propias dagas? Indago en el móvil, huellas de tu presencia. Un mensaje. Sonrío. Camino lentamente mientras enciendo un Marlboro. Subo al coche y acelero. No quiero sentir nada. Solo el aire azotando la ventana. Música a medio volumen. Acelero. Inspiro. Saco aire mezclado con humo. Freno. El semáforo está en rojo. Verde. Acelero. Humo. Aparco serenamente mientras tarareo Heaven. Camino de nuevo. Otro cigarro. Me encuentro con ellas. Nos sentamos mirando a los ojos a los rayos de sol. Viento del norte. Charlas y risas. Nada nuevo. Ni rastro de ti. Yo solo puedo imaginarte. Tenerte aunque sea fantaseando en mi mundo paralelo. Estos sueños que se tienen cuando se está despierto. Cuando se es consciente de la ausencia pero aun así, se desea la presencia de alguien. Me gustaría dejar huella. Sentir que mi presencia ha sido importante para alguna persona. Es una sensación extraña. Como cuando tomas un café más amargo de lo normal. Pero me gustaría irme sabiendo que he sido especial en algún momento. Ser consciente de que, cuando no esté, una persona podrá decir “ella fue distinta, y me hizo sentir bien por…”, dejar una huella positiva y alegre en la vida de un ser humano. Creo que es una meta que todos pretendemos alcanzar. Es la dicha de haber vivido. O al menos de haber hecho vivir al resto. De haber conseguido hacer sentir. Miro el reloj. Las horas van pasando como las hojas que van huyendo del frío. Me detengo en medio de la nada y pienso qué hubiese pasado si no te conociera. Todo sería tan distinto ahora. Supongo que no habría crecido. Me gusta lo que soy hoy. Gracias a ti. A todo lo que me has enseñado. A esos pedacitos de vida que me has ido dando con tu presencia. Con tu ausencia. Con cada palabra. Cada gesto. Tú. Tenías que ser tú. Ignoras del todo lo que puedo llegar a sentir por ti. Lo que puedo llegar a echarte de menos. Hasta los gorriones parecen trinar menos desde que te fuiste. La biblioteca grita que regreses con el crujir del suelo mientras camino en busca de un resquicio de ti. Los pasillos llevan tu nombre. Los azulejos tus huellas. No sé si recordarás algo de aquello. Aún hoy no he logrado olvidarlo. Sé que debería hacerlo, pero no puedo. Mi corazón es tuyo. Tenías que ser tú. A veces me siento una intrusa en mi propia historia. Viviendo algo que no me pertenece. Quisiera con todas mis fuerzas tenerte a mi lado y demostrarte que puedo, que sabría hacerte feliz. O tal vez no. Posiblemente no. No es éste tu mundo. Tú buscas otra cosa. Eres demasiado buena para mí. Mereces más. Mucho más. Me frustra la idea de saber que todo lo que siento nunca será suficiente para ti. Que buscas otra cosa. Estaré siempre ahí, a la sombra, cuidando de ti como las aves cuidan a sus crías cuando vuelan lento y bajo, te observaré volar y si caes, te levantaré, como hacen los amigos. Y así seguiré, enamorada de ti, en silencio, sonriendo, observándote volar.

29 de noviembre de 2013

Gente

No me gusta la gente normal. Me interesa más aquella gente que destaca, que se subleva, que no se conforma. Esas personas que tienen inquietudes y persiguen sueños aunque parezcan imposibles. Seres irracionales a veces, caóticos, que desafían lo estipulado por esta sociedad podrida de tanta mentira. Nómadas de su propia vida, caminantes atrevidos que conviven noche a noche con el rugir del viento sin importarles lo fuerte que sople. Inseguros tal vez de lo que acontece, pero con la certeza de no querer vivir bajo el yugo de cuanto nos rodea. Se aferran a ellos mismos. Esas personas que todo el mundo tildará quizás de estar locas, esas que, aunque no lo crean, son las más cuerdas. Personas con relámpagos en la mirada, con los ojos abiertos a un mundo diferente. Gente que brota de las faldas de su madre para rebuscar entre las calles un hueco en esta sociedad. Personas cuya personalidad te arrastra, te absorbe, te inunda, te invita a conocerla. Ese tipo de gente es la que quiero en mi vida. Gente auténtica, que tenga miedo y no le importe gritarlo a los cuatro vientos. Que le planta cara a los problemas mirándolos frente a frente. Mortales que no quieren morir, pero no temen la muerte. Viven quebrantando ese temor que a otros atrapa e impide continuar. Seres que, pese a todo, viven.

30 de octubre de 2013

Superarse

Muchas veces nuestra vida nos exige algo. En ocasiones son hechos, otras son decisiones. Ahora es tiempo de hacer balance. Tomar aliento, papel, lápiz y anotar cómo ha sido este año que va sumando aprendizajes más o menos forzosos. Es típico que, en este instante, acompañada por este frío de Octubre, tenga una sensación extraña en mi interior. El miedo vive conmigo desde que tengo memoria. Me consuelo pensando que convive con el común de los mortales, pero aún así, a veces pienso que me dominará. En cambio otras, como hoy, sé que no va a vencerme. No voy a dejarle ganarme otra vez. He perdido demasiadas cosas y esto me importa mucho, casi más que todo lo que ya se fue, como para dejarlo ir así, por miedo. No. No podemos dejarnos guiar por el pánico a que algo salga mal. La vida es una constante de subidas y bajadas. Y todo, absolutamente todo, va de la mano de errores, de éxitos, de logros, de risas, de llantos... antítesis puras y duras que nos aturden y nos hacen estar cabreados, tristes, alegres... nunca mantenemos un estado de ánimo constante, somos seres completamente variables, volátiles como una pluma. Nunca antes me había planteado así al ser humano, tan frágil, tan sencillo de manejar. Pero sí, somos así. Por la duda, por ese atroz miedo que nos frena, echamos a perder cosas que pueden hacernos llegar muy lejos. Y no nos damos cuenta, no somos verdaderamente conscientes de que, si por un segundo mirásemos de frente todo cuanto tememos, sería mucho más pequeño de como creemos que es, y podríamos con ello. Todos somos capaces de superar las barreras que nos ofrece la vida y que nosotros mismos construimos.

7 de diciembre de 2012

Demasiado...

En ocasiones la vida nos va poniendo piedras en el camino. Una detrás de otra. Casi como si todo confabulase contra ti. Como si las estrellas se hubiesen alineado para destruir tu ilusión, tus ganas de continuar. Muchas veces he pensado qué pasaría si yo nunca hubiese existido. Cómo sería la vida de esas personas a las que lentamente estoy quitando la vida, sin querer o queriendo, pero se la estoy quitando. Y es que esta enfermedad no sólo me está matando a mi, tal vez eso sea lo más doloroso. No me importa si me mata. Me importa si les mata a ellos. Esto empieza a ser demasiado complejo. Todo duele. Todo pesa. La mochila va demasiado cargada. Demasiados demasiados en estas frases hechas. Demasiada muerte masticada con lentitud y maquiavélicas mentiras. Es difícil, demasiado difícil.

29 de septiembre de 2012

Luchar

A veces me pregunto si en algún momento guardaste algo de mi, de esos instantes que compartimos, de mis sabores, de mis ritmos, de mis sonidos, ¿atesoraste algo de todo aquello? No puedo evitar pensarte a cada minuto, y ahora comprendo tantas cosas... Apago las luces, miro las calles mojadas y te imagino aquí, a mi lado, intercambiando breves espacios de tiempo, gotas de vida que sacian mi sed, gotas de ti. Posiblemente desee enloquecerte, hacerte perder el norte, el sur, el timón de ese barco que te guía, que me guía... que perdamos el equilibrio juntos, caigamos y nos levantemos, que no dejemos de compartirnos, que me eches de menos, que guardes algo de mi, que pienses en mi como lo hago yo. Me gustaría que algo funcionase en mi vida, por primera vez, me gustaría no necesitarte, que no sea sólo un entretenimiento para ti, que sea algo más. Quisiera hacerte feliz, llenarte, ¿podría hacerlo? Sí, ¿por qué no? Ahora no voy a echarme atrás, quiero conseguirte, volverte loco y hacerte perder la cordura, obedecerte, ser sumisa y obediente hasta que un día me necesites, y así que todo tenga sentido, que todo empiece de cero, que el futuro deje de ser tan imperfecto... Lucharé por ti, porque la vida va en serio, y estar contigo es la primera decisión correcta que he tomado en mucho tiempo.

20 de septiembre de 2012

Perder

Perder el equilibrio y caer... ver cómo la vida pasa, pesa y el tiempo se agolpa a tu puerta, observando que estás ahí, quieta, en suspensión, como polvo en el aire. Acariciar el abismo, mirarle a los ojos sin pudor, sin ruborizarte siquiera, temblar de frío en una noche calurosa, ser la antítesis de todo cuanto quisiste ser. Perderte, un mar de dudas te ahoga el alma, te hiela el corazón, te humedece la mirada parpadeante que susurra a gritos desesperados un cambio. La vida, ¿qué es en realidad?, ¿alegrías? ¿tristezas? Posiblemente un cúmulo de situaciones encontradas, sí, quizás sea eso, una constante de subidas, bajadas... y saber que todo es pasajero, que nada se eterniza, que el juego es así, todo va, viene, va, viene, como el oleaje del mar en una tarde fría, pero nos deja su salitre en nuestros días, nos marca. Todo marca nuestro rumbo, ya sea bueno o malo, y el tiempo jamás se detiene, nos acompaña y nos guía a veces, otras se pone en nuestra contra y lo maldecimos. Perderse... encontrarse a una misma sentada mirando el pasar veloz de los trenes en una estación sin nombre... Ansiedad que se calma con pastillas. Perder...

11 de septiembre de 2012

A veces hay momentos en que debemos hacer una catársis personal. Comenzar a valorar el por qué de nuestros actos, el sentido exacto de cada gesto, de cada palabra, de cada hecho... Hoy es el día clave, el día en que recibes noticias de personas que comparten un problema como el tuyo, personas que ya han vuelto a la realidad, que están bien, que han salido de ésta. Y tú estás ahí, detenida, sentada frente a la pantalla de tu vida, viendo como pasa un día, y otro, y otro más, y no sabes qué hacer, como frenar este ritmo cardiaco que te excita, te conmueve, te envuelve... Hay un instante que marca el resto de todo lo demás, hay un ínfimo pensamiento de resurgir, de volver a empezar, de regalarte todo otra vez, de vivir. Entonces es cuando comprendes que debes gritar, debes salir de esta situación. Algún día lo haré. Lo sé. Pero hoy, hoy no es ese día.