12 de enero de 2014
Tardes de domingo
A veces ocurre. Simplemente te detienes. Como cuando un reloj de repente se queda sin pilas y se para a las 4'45. Como si un coche frena en seco cuando el semáforo se pone en rojo de repente. Sucede que, en algunas ocasiones, tu vida te invita a que te limites a reflexionar sobre cómo evolucionará todo.
Y de pronto te ves ahí, con una página por escribir sentada en una cafetería cualquiera. Un día cualquiera. Y sin saber muy bien por donde empezar. Sacas un paquete de tabaco a medio empezar. Enciendes un cigarro y te animas a ir enlazando palabras. No sabes si tienen o no sentido, pero eso ya no importa. Realmente ahora, y antes, y siempre sólo me importas tú. Porque rebusco en mi cabeza y te encuentro a ti, vagando por mi mente entre imágenes y recuerdos compartidos. Y fantaseo con abrazarte más veces, y con reír contigo mientras te cuento cómo descubrí que las constelaciones llevan tu nombre. Y que las estrellas brillan menos cuando no estás, porque ellas también te echan de menos. Y que la luna no sonríe. Y el cielo es gris. Los libros hablan de historias que me gustaría vivir contigo. Porque tienes los ojos más dulces que he mirado nunca. Besarte y respirar. Es todo lo que me gustaría hacer en este momento. ¿Qué más da el resto? A veces la vida es simple. Besarte... Respirar...Besarte y respirar. Sólo eso.
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