9 de febrero de 2014
Decir te quiero
Decir te quiero está sobrevalorado en los tiempos que corren. Llevo muchos días observando que prácticamente todo el mundo lo dice como si estuviese diciendo 'hola' o 'cómo te va'.
Yo soy de esas personas que suelen decirlo cuando realmente lo sienten. Pues pienso que es algo lo suficientemente importante como para no soltarlo tan a la ligera. A menudo la gente no es consciente del daño que causa alegando esas dos sencillas palabras cuando verdaderamente no las sienten. No basta con escribir un 'tk' o 'tq' al final de una frase, en ocasiones, también hay que demostrar que es cierto. Hay que acompañarlo de un 'buenos días, ¿estás bien?' de un 'te noto triste' o de una mirada cómplice que lo explique todo y ya no sea necesario hablar absolutamente nada pues esté todo dicho.
Los gestos pueden explicar muchas más cosas que ocho letras plasmadas en una carta o pronunciadas en una conversación sin demasiado sentido. Hace días que no consigo descansar, aunque sí consiga dormir. Hace días que mi mente te busca y no logra encontrar motivos de peso por los que merezca la pena continuar esperando. Una vez escribí que no me cansaría, y ahora me doy cuenta de que no me quedan fuerzas para seguir aquí. Sentada en tu estación, observando trenes de ida y vuelta que nunca se detienen para que me suba en ellos. Trenes en los que nunca estás tú, con esa sonrisa tan tuya, tan particular, la misma que me hizo volverme loca, invitándome a acompañarte a cualquier sitio al que quisieras ir. Hace ya mucho que en tus palabras siento la lejanía de un extraño. Que siempre soy yo y nunca eres tú. Que ya no hay un nosotras. Que la línea que un día nos cruzó se desdibuja y nos aleja. Y la estación se llena de miles de nadas que impiden que te vea. Y sigo sentada, esperando ese 'algo' que tal vez nunca llegue. Y ya no sé si hago bien o hago mal. Mis pies se mecen al compás. Se acercan a las vías y vislumbran tu silueta, esa que consigue que vibre, la única que verdaderamente me encuentra, pero tu mirada y la mía no se unen. Estamos dirigiéndonos a lugares distintos. Direcciones opuestas. Tú con él, y yo... pienso en ti, en él, en por qué no podemos ser nosotras. Porque nunca fuimos nosotras. Nunca hemos sido dos. Tal vez el error esté ahí. Y me pregunto ahora de qué sirve decir te quiero, aunque se sienta. Y es que puede que no tenga ya fuerzas, ni siquiera esas que quedan en lo más hondo, esas de flaqueza, para decirte que te quiero, que todavía espero, aunque tú no lo sepas, aunque no sientas, aunque no esperes, yo te siento, yo te espero, yo te quiero, aunque no sirva.
4 de febrero de 2014
Viaje interior
No se puede tener todo. A menudo tenemos que tomar decisiones. Pueden gustarnos más o menos, pero hay que hacerlo. ¿Qué debo hacer? Pensar, dejar de hacerlo, lanzarme al abismo, observarlo desde la otra orilla. Lo peor de que no estés es que no sientes mi mirada. Es que no consigo saber qué me dicen tus ojos. Y me ahogo en mi propio llanto, en el amor que no dejaré de tenerte. Porque eres inolvidable. Porque quererte ha sido el reto de mi vida, porque solo con este sentimiento consigo avanzar un paso más. Con cada palabra tuya, aunque sea un simple reproche, una duda. Será que cuando duermo me imagino contigo riendo y cuando estoy despierta te veo reír. Será que cada microsegundo de mi tiempo lleva instalada tu huella dactilar. Será que al despertar miro el móvil por si contestaste anoche, por si dirás algo hoy, y al final lo digo yo solamente para sonreír al ver una respuesta. Porque no soy persona hasta leer tus buenos días, por muy tarde que me los des. Porque solo puedo querer a alguien como tú, es lo único que me apetecería en este momento. Solo contigo puedo ser quien me gusta ser. Dar el paso hacía eso que algunos llaman futuro. Obedecer esa voz que susurra mi corazón y que habla de ti, de nadie más. Pero siento que ahora estás más lejos todavía de lo que ya estás. Hace tiempo que tu imagen viene a mi mente y se desdibuja. Mi pecho se oprime y se tensa de cuando en cuando. Trato de tomar aliento y regreso a ti, siempre vuelvo, será porque sé que te encontraré ahí. En cambio tú no estás, aunque no deje de tenerte presente. Te marchas y te quedas. Y yo no dejo de gritar tu nombre solamente para sentirte aquí, a mi lado, más cerca. Me encantaría gritarte 'Quédate conmigo', pero sé que te irás. Y a veces, solo a veces, lloro en la oscuridad de este cuarto amarillento mientras pienso qué sientes, qué quieres tú, de mi, de esto, qué esperas tal vez de lo que quiera que sea que hemos constuído. Y me siento la persona más idiota del mundo. ¿Qué va a querer? Nada. Viajo a mi interior y el paisaje me transporta a todo lo vivido. Aquella tarde. Fuego. Magia. Lo malo de volar tan alto con una persona es quedarse colgada en las alturas y no conseguir bajar nunca de las nubes. Pensarte. Verte. No verte. Las lágrimas dilatan mis pupilas y me arañan las mejillas. Indefensa en medio de mil puñales que me amenazan. Mientras la luna me insinúa que te perdí y yo no sé si creerla. Y qué más da, si los besos que das, nunca me besaron a mí.
31 de enero de 2014
Ayer, hoy, mañana
Quizás la memoria a veces nos juegue malas pasadas. Algo que no termino de comprender del todo es por qué siempre tuve tanta capacidad de almacenamiento en mi mente. Agolpar tantas vivencias, tantos recuerdos de esos que arañan el corazón y lo van destrozando lentamente. Arrugado como hojas de papel que se tiran a la basura como deshechos de algo que no era lo que esperabas que fuese. Esta mañana sonó el despertador y no conseguía levantarme. Recordé por un instante todo lo que había soñado esta noche y algo me incitaba a quedarme ahí, postrada. Entonces supe que tenía que seguir, otro día más, otro menos. La ducha me aguardaba como el que ansía la libertad de antaño. El agua tibia me recubría como queriendo abrazarme mientras mi cuerpo inerte trataba de reaccionar al cambio brusco de temperatura. No me reconozco ante el espejo. Ese rostro desdibujado hace demasiado tiempo que no sé quién es. Supongo que nunca supe muy bien quién quise que fuera. La calle huele a estrés y a prisa mientras mis pies cansados transitan perdidos.
Así sucede todo. Mi memoria me grita en silencio ese ósculo que fue el último, que sabía a despedida porque lo fue. Y no imagino nada más cruel que saber que no volveré a sentir el cosquilleo que me provocó tenerte tan cerca aún estando tan lejos. Y mientras viajo en el metro sigo acordándome de ti. Como ayer, como mañana.
22 de enero de 2014
Invierno
Mi corazón bombea, primero despacio, después va aumentando la velocidad. Una puerta se cierra en el pasillo. Su eco resuena en mis tímpanos. Me sumerjo entre el edredón. Mis ojos se cierran con fuerza. Reflejos borrosos aparecen y desaparecen. Mi mente es una constante de cosas que jamás me atreveré a decirte. Caos. Amanece con un cielo rosado y azul. Hacía tiempo que no recordaba un paisaje tan bello desde este lugar. El agua enrojece mis pies y templa mi cuerpo. Necesito redimirme de este odio que siento hacia mí misma. Sorbo a sorbo voy tragándome mis propios actos. Lleno de humo mis pulmones como cada día. Mecánicamente. Me siento a esperarte, pero no llegas. Te observo entre mis recuerdos más tempranos. Te busco entre la gente, en cada esquina. Te imagino con el aroma de este café caliente. Las nubes se agolpan y tiñen de gris ese cielo que hace sólo unas horas me hizo sonreír. Pequeñas gotas de lluvia humedecen el suelo que me rodea.
Este frío invierno pesa más desde que tú no estás. Reviso tus fotografías buscando una razón para alegrarme. El miedo está frenando mis pasos. No deja de acechar cada uno de mis movimientos. ¿Fracaso? Las dudas me aturden. Debo ser fuerte. No dejarme vencer. Respiro hondo y camino. Te veo. Aunque sólo seas mi imaginación es lo que necesitaba para fortalecerme. No voy a rendirme.
12 de enero de 2014
Tardes de domingo
A veces ocurre. Simplemente te detienes. Como cuando un reloj de repente se queda sin pilas y se para a las 4'45. Como si un coche frena en seco cuando el semáforo se pone en rojo de repente. Sucede que, en algunas ocasiones, tu vida te invita a que te limites a reflexionar sobre cómo evolucionará todo.
Y de pronto te ves ahí, con una página por escribir sentada en una cafetería cualquiera. Un día cualquiera. Y sin saber muy bien por donde empezar. Sacas un paquete de tabaco a medio empezar. Enciendes un cigarro y te animas a ir enlazando palabras. No sabes si tienen o no sentido, pero eso ya no importa. Realmente ahora, y antes, y siempre sólo me importas tú. Porque rebusco en mi cabeza y te encuentro a ti, vagando por mi mente entre imágenes y recuerdos compartidos. Y fantaseo con abrazarte más veces, y con reír contigo mientras te cuento cómo descubrí que las constelaciones llevan tu nombre. Y que las estrellas brillan menos cuando no estás, porque ellas también te echan de menos. Y que la luna no sonríe. Y el cielo es gris. Los libros hablan de historias que me gustaría vivir contigo. Porque tienes los ojos más dulces que he mirado nunca. Besarte y respirar. Es todo lo que me gustaría hacer en este momento. ¿Qué más da el resto? A veces la vida es simple. Besarte... Respirar...Besarte y respirar. Sólo eso.
10 de enero de 2014
Sueños
Escribes y borras. Fumas y apagas el cigarro. Antítesis. Sonríes pero en el fondo quieres llorar. Hace unos días solo cuentas los segundos para que el tiempo pase. Minuto a minuto. Últimamente vivo de lo que sueño. Llego a mi destino y observo a mi alrededor. Desconocidos. Siento que miles de oportunidades han pasado ante mis ojos y las he perdido. Estaba en la estación equivocada. Tal vez esperando un tren de cercanías que nunca ha llegado. O que se fue demasiado pronto. No lo sé. Pero alguien me estaba esperando en la parada del autobús y no fui.
Sentir a veces duele. Es algo extraño. Como cuando sueñas que caes al vacío y despiertas asustado dando un salto. Como cuando ves a alguien en peligro y no puedes evitar que le suceda algo. No sé. De un tiempo a esta parte creo que no acierto con las palabras. No hago nada a derechas. Por una parte es lógico porque soy zurda. El destino me lo puso todo en contra, vaya por dios...
El caso es que aquí sigo, sin dejar de pensar en ti y en todo lo que seríamos juntas si me dejases al menos intentar hacerte feliz, simplemente demostrarte que puedo. Soñando con amanecer contigo, con verte sonreír a la luz de la luna, con regalarte flores una mañana cualquiera, con llevarte el café a la cama, o despertarte a besos un amanecer frío de invierno, o taparnos juntas mientras vemos una película. Sueños varios que no llegarán a cumplirse porque ya tienes con quién hacerlos realidad, para mí seguirán siendo eso, sueños.
7 de enero de 2014
Siete de enero
Tu cara de cárcel te delata. Sabes que no vas a poder. Intentas mirarte desde dentro. De una forma distinta. Tu rostro se va apagando como el cigarro que sostienes entre tus dedos amarillentos. Fuera un sol de invierno brilla para el resto, para ti hace tiempo que dejó de hacerlo. La suciedad que sientes no se apiada de ti. Ducha de agua tibia. La rutina ya no te sorprende como lo hacía antes. Todo es demasiado trivial. Demasiado.
Hace tiempo que dejaste de querer una vida como esta. Hace tiempo que quieres volver a ser lo que fuiste. Masticar la muerte. Perder lentamente esos pedazos de ti. Lo sabes y lo deseas. Pero no quieres decirlo. Sabes que no te queda nada por lo que pelear. Que nada tiene ya sentido.
La calle desierta. Subes al coche y sientes el aire azotando la ventanilla. Es lo más parecido a la libertad que ahora disfrutas. Cierras los ojos en busca de ese detalle que te haga sonreír. Escribes notas mentales que te ayuden a continuar. Charlas. Palabras vacías. Sinsentidos.
Frente a ti una pared de ladrillo rojizo. La observas. Soga, tizón, soga, tizón. Curioso. Casi todos los edificios siguen una dinámica semejante. La humanidad actúa siempre igual. No cambia.
Escribo. Leo. Borro. Punto. Coma. Palabra. Punto. Seguido. Dos puntos. Coma. Puntos suspensivos. Punto final.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)