15 de marzo de 2014
Quince de Marzo
La carretera se dibuja entre coches y autobuses apresurados para llegar a un destino no muy cierto. Una niña es empujada por la mano de su padre en un columpio mientras su risa es la mejor melodía para los oídos de su madre, quién divertida presencia la escena desde el banco. Dos jóvenes intercambian miradas y juegos de manos en el césped verdoso. Las aves sobrevuelan el paisaje soleado, en busca de un árbol frondoso en el que anidar. Dos ancianos se acarician con los ojos mientras tiemblan, sostenidos por un bastón delgado y de un marrón oscuro. Testigo fiel del pasar del tiempo, compañero de las batallas de un mañana que no será como el ayer en que corrían e iban siempre con prisa. Sus relojes ya no marcan las horas tan rápido, sus andares pesados y cansinos muestran una vida plena y constante, las huellas de su cuerpo relatan historias de sus hijos, de sus nietos, de aquel perro que gruñía cuando algún desconocido se acercaba a la verja de la casa del pueblo. En los balcones hondean banderas sin dueño. Sin patria y sin destino. Con colores vivos que identifican ideologías por las que algunos lucharon sin descanso. Esas que ahora se han quedado sin voz de tanto gritar. Si echas la vista atrás puedes escuchar el rugido incansable de todos los que creían en sus ideales. En mundos mejores. En esas utopías que nunca tuvieron un lugar, que posiblemente nunca lo tengan. Un semáforo en ámbar sorprende a un motorista apresurado, disminuye su paso y gira en la esquina, alejándose de mi alcance. Supongo que existen muchas formas de ver un mismo paisaje, puedes describir una escena como algo único o como un suceso trivial. Para mí un día como hoy es algo extraordinario, poder apreciar cada gesto, cada detalle de cuanto me rodea es simplemente maravilloso.
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