4 de mayo de 2014

A veces...

A veces pasa. Despertar y mirar a tu lado y entender todo lo que nunca comprendiste. Acariciarla y saber que no te importaría estar así todas las mañanas. Besarla y que todas las piezas de tu puzzle de pronto encajen. Qué mágico, verdad? Que una persona consiga sin mover un dedo agitar todos tus sentidos. Poner del revés todo tu mundo y derribar ese muro de contención que siempre tuviste en ese corazón tan podrido. Te envuelves entre sus brazos y sientes sus latidos. Y ahí pierdes la noción del tiempo. Y el ruido no se escucha. Solamente el bombeo de su corazón en tu oído. Y te adormeces y es su imagen la que aparece en tus sueños. Y abres de nuevo los ojos y está ahí, a tu lado. Ella. Y ya no encuentras razones por las que no quedarte ahí, hoy, mañana y siempre. Porque cuando duerme junto a ti, tú descansas con sus recuerdos. Y resulta tan bello su despertar sonriente y perezoso. Sus suspiros cuando la besas de improviso. El simple hecho de que el mundo nos descubra abrazadas.

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