6 de mayo de 2014
Cuando éramos más jóvenes
Cuando éramos más jóvenes solíamos deshojar todas las flores que veíamos para pedir deseos que nunca se terminaban de cumplir. Era bello pasear por las arboledas pisando las baldosas dos a dos, siempre siguiendo un trazo recto, jugando a no perder la cuenta. Poníamos nombre a las piñas secas y las pintábamos de colores, decorando después nuestro cuarto con recuerdos. Cuando éramos más jóvenes solíamos andar a tientas, sin pausa y sin prisa. Apenas mirábamos el reloj. Olía siempre a pan recién tostado y la tos del abuelo resonaba por el salón. La radio amenizaba nuestras tardes. Cuando éramos más jóvenes solíamos bañarnos a la luz de la luna, sin pudores, dejando que su reflejo nos hiciese compañía. Acampábamos bajo el tendedero para ver las estrellas e inventar constelaciones. Dibujábamos en las tejas nuestros tesoros y nuestros anhelos. Lo de pensar se lo dejábamos al resto. Se nos daba mejor sentir la brisa en nuestra tez mojada por el sudor y el agua helada del pozo. Cuando éramos más jóvenes solíamos abrazarnos con más ternura que ahora, supongo que nos juzgábamos menos, entonces no había tantas diferencias, lo mío era suyo y lo suyo era nuestro, la cancha de tenis era también una pista para montar en bicicleta y el campo de fútbol. ¿Qué importaba? Ahí lo importante era imaginar, el mundo era nuestro, una hoja de parra podía ser lo que nosotras quisiéramos, tenía el valor que le diésemos. Y una raqueta podía ser una guitarra. Y una piedra un cuarzo. Y un plástico una capa capaz de hacernos inmortales. Atreverse a imaginarlo era la clave para hacer el sueño real. Podíamos construir un hogar bajo unas telas y dos ladrillos del cuatro. El perro aún corría y trataba de cazar el papel de periódico que se volaba por la brisa del atardecer, ahora ya está demasiado cansado. Como lo está el cuadro del niño al que siempre le cae la misma lágrima. Como lo está la vieja cómoda que ya no aguarda que te desvistas cada noche. Como lo está tu mecedora que dejó de cobijar tu descanso. Como lo está la cafetera que esperaba siempre que llegasen las tres. Como lo están las llaves que siguen colgadas detrás de la chimenea. Como lo está la lumbre que se convirtió en cenizas. Como lo está la primavera que sigue inquieta deseando dar paso al verano.
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