14 de agosto de 2014

La vida

Subir. Bajar. Quedarse quieto. Existen infinidad de posibilidades. La vida nos muestra una amplia gama de colores a los que atenernos a lo largo de su transcurso. Puede ser más o menos largo. Pero al menos es lo poco que sabemos nuestro. Pueden quitárnosla sin que nos demos cuenta, de pronto una mañana alguien viene, nos da un golpe casi imperceptible y todo ha terminado para nosotros. Ya no queda nada por hacer. Se terminaron los sueños, las inquietudes y las ilusiones por el devenir. Infinidad de veces no valoramos lo que efímera que resulta, lo delicada que es. Y es que un simple tropiezo, un error torpe puede hacer que todo se quiebre sin más, sin que nos de la oportunidad de volver atrás en el tiempo y recuperar ese momento en que pensábamos que estábamos cansados de ella. Qué sencillo parece decirlo y qué poco conscientes somos de lo que significa, ¿verdad? La vida es algo que no volverá jamás. No la recuperaremos. Y la malgastamos sin darnos cuenta con personas que nos hacen sentirnos vacíos por dentro, o con cosas que realmente no nos satisfacen, cuando podríamos estar riendo con nuestro mejor amigo en la cafetería que más nos gusta, o mirando dormir a nuestra hermana, o acariciando a nuestra mascota, o escuchando el sonido del mar al caer la tarde, o sintiendo la brisa acariciar nuestro rostro en una montaña perdida, o nadando entre delfines en compañía de alguien que nos hace sentirnos realmente amados. Pequeños detalles que nos hacen sentir que el tiempo no se pierde sino que se invierte. Que se atesora en forma de recuerdos de esos que nos sacan una sonrisa inmensa en los instantes en que más los necesitamos. Es ahí cuando verdaderamente estamos aprovechando esta carrera contrarreloj que es la vida. Es ahí cuando dejamos de pensar que estamos aquí de paso y que estamos cansados. Es ahí cuando merece la pena cualquier desvelo. Porque la vida, la vida no está hecha para infravalorarla ni para dejarla pasar entre pensamientos vagos, porque cuando alguien muere, siempre lamentamos su pérdida y nos da un pinchazo el corazón por su partida, sin embargo a los pocos minutos nosotros mismos, lejos de reflexionar acerca de qué estamos haciendo para que nuestro tiempo aquí no sea algo insignificante, nos adentramos en mediocridad, costumbre y rutinas. Sintiéndonos torpemente infelices e insatisfechos por nuestra suerte. Sin mover un dedo por mejorar nuestra cotidianidad. Y no es cuestión de dinero, la vida no es eso. recordad que el peón y el rey duermen en la misma caja antes y después de comenzar la partida de ajedrez. Porque la riqueza no mide la satisfacción interna ni emocional de nadie. Cantidad de estrellas con la cartera llena han cortado de raíz su tiempo aquí, y ahora nos miran desde el otro lado, tal vez sea cierto que corrompe, que merma, que no soluciona una carencia. No va a abrigarte si tienes frío una noche de invierno,podrás comprar una manta, pero la soledad es más fría todavía, en cambio, tal vez un amigo sí lo haga, o alguien que te quiera de verdad. Y el cariño da más que un billete, que una cuenta corriente. Llamadme ingenua. Pero aún creo que la salvación de una vida, para que realmente estemos emocionalmente cuerdos, es estar cerca de una persona que nos haga sentirnos especiales, que nos abrace en una noche bajo las estrellas, que nos escuche cuando no sepamos a quién acudir. La vida puede ser maravillosa si logras rodearte de personas que saquen de ti, y tú de ellos, lo mejor que tienes. Sólo así el tiempo invertido día a día habrá merecido la pena.

8 de agosto de 2014

Tú, solamente tú

Es esta incertidumbre la que no me deja dormir. La que me lleva a irme y volver cada día. El no saber si leerás ésto. Si sabrás siquiera que cada letra es para ti. Desde hace tanto tiempo... Un veinte de junio te vi llegar, eras tan dulce, tan indefensa, tan asustada que daban ganas de abrazarte y no soltarte más. Era jueves, lo recuerdo, un jueves que cambió mi vida. Te vi venir y las dudas se marcharon, nunca busqué a nadie, y te encontré sin quererlo. Me lo negué tantas veces. Y te mentí otras tantas ocultando que realmente eras tú. Nunca fuiste como el resto, emanabas algo distinto. Me acercaba a ti y me refugiaba sin quererlo, me aferraba, te contaba cosas que nadie más supo, que nadie más sabe. He cometido tantos errores contigo... tantos que me encantaría cruzarme contigo ahora, y empezar de nuevo, siendo tú y yo, y demostrarte que puedo, que sé, que te quiero, que eres tú y que lucharía contra todo y contra todos por lo que siento, por esperarte el tiempo que fuese necesario. Demasiado empalagosas, ¿verdad? aquellas paredes fueron testigos mudos de demasiadas cosas, y mi almohada podría contarte tantas cosas... y mi diario podría explicar a la perfección lo que sentía cada minuto, tal vez algún día te lo entregue, como te di mi corazón desde aquel día, para que leas cómo me fui enamorando de ti, sin apenas darme cuenta, sin querer evitarlo y sin que tú lo supieras, haciéndote creer que mis palabras eran para otra persona cuando llevaban tu nombre. Pero no me crees y no te culpo, y el miedo te paraliza y lo comprendo, y mientras sigo forjando un plan perfecto para que sepas que daría por ti lo que jamás di por nadie, porque mereces la pena y quiero quererte hasta volverme loca, quiero besarte hasta que dejes de saber a miel, quiero que sonrías todo el día y duermas con una mueca de felicidad constante. Quiero que tus días sean mejores uno tras otro. Quiero que lo que viene sea mejor de lo que ya fue. Y si tengo que irme porque no te gusta lo que ves, me iré, no importa, quiero que seas la persona más feliz del mundo. Quiero que seas tú siempre, que se cumplan tus sueños. Te quiero a ti, solamente a ti, pequeña. Y si me quedo con las ganas, me tatuaré el infinito que un día me regalaste. Y recordaré siempre que no podré querer a nadie como te quiero a ti, y que no olvidaré que nadie me acariciará la nuca como lo hacías tú.