31 de julio de 2014

Por si algún día...

Infinidad de veces la imaginación llega más allá de lo que podemos llegar nosotros. Creemos tener cosas que no alcanzaremos a tocar. Que no serán nuestras de manera tangible. Pero preferimos continuar en nuestras ensoñaciones absurdas, fantaseando con historias que sabemos de antemano que quedarán en nuestra mente, en ese rincón denominado recuerdo, y que te atormentarán al menos una vez al día para hacerte ver que no fuiste capaz de lograrlo, que pese a todos tus esfuerzos ella se marchó y no regresó, no regresará. Por si algún día te acuerdas, por si algún día te da por venir y buscarme, iré dejando huellas en cada uno de los rincones en los que nos vimos, para que no me olvides. Por si algún día te da por venir y buscarme, iré dejando mi aroma en botellas de cristal, escondidas entre los parques en los que abrazas nos contamos mil historias de esas que siempre terminaban bien. Por si algún día te da por venir y buscarme, iré dejando besos bajo los portales, para que te resguarden las tardes de lluvia y te refresquen los días de sol. Por si algún día te da por venir y buscarme, iré dejando caricias entre las paredes que convertimos en colchones, para que el tacto de tu piel siga tan suave como hasta ahora. Por si algún día te da por venir y buscarme, iré dejando papeles con mi nombre y algunos versos de esos que un día leíste, para que sonrías y yo inmortalice de nuevo la belleza de tu imagen. Por si algún día te da por venir y buscarme, iré dejando piedras azules, para que las compongas y formes un cielo azul que nos cubra y logremos en algún momento compartirlo. Por si algún día te da por venir y buscarme, iré dejando suspiros entre el viento, para que los respires y te den el aliento necesario para no decaer nunca. Por si algún día te da por venir y buscarme, iré dejando trozos de mi, para que no me pierdas del todo, para que siempre quede algo.

27 de julio de 2014

Quid pro quo

Me gusta este espacio. No es un diario, porque no suelo escribir a diario, puede considerarse un cajón desastre donde lanzo ideas que surgen de manera espontánea. Supongo que siempre viene bien encontrar un lugar en el que poder hablar contigo misma, reencontrarte con recuerdos ya pasados o reinventar historias que te gustaría volver a vivir. Tiene gracia como una conversación puede remover tu pensamiento, puede conseguir que lo que a priori era una noche tranquila se convierta en un sinfín de vueltas sin conciliar el sueño. Te levantas de la cama y piensas que tu vida puede ser algo francamente importante si te esfuerzas un poco más. Sólo un poco más. El aroma del café recién hecho revive mis sentidos. Me activa. Me impulsa a conocerme, a saber hasta dónde puedo llegar. Porque sé que soy lo suficientemente capaz de hacer algo bueno si me lo propongo. Es cuestión de intentarlo, de no cesar en mi empeño. Y no voy a bajar las manos ahora. Posiblemente haya llegado el momento de dejar a un lado ese sentido del romanticismo que está tan trasnochado y pasar a ser más racional. No siempre lo que quieres es lo que te conviene. No siempre te enamoras de la persona correcta. Y no pasa nada. El mundo no va a dejar de girar por eso. Todo se construye, hasta el amor. Y si no te esfuerzas día a día por mantener vivo algo que sientes, poco a poco se va perdiendo. No negaré que siento una inmensa tristeza al saber que posiblemente deba seguir caminando sin mirar atrás, sea lo que sea lo que deje en el camino, aunque estés tú y tu sonrisa siga apareciendo en cada uno de mis sueños, pero el tiempo no volverá. Tal vez tú sí, o tal vez no. Demasiadas dudas sobre mi, demasiada desconfianza, ¿no? Siempre fui sincera, en cambio desgasta el hecho de tener que explicar una y otra vez una historia que demuestro a cada paso. Dime, ¿acaso no sabes que te quiero? Te ofrezco mi corazón en una bandeja y sigues pensando que bromeo. Mis lágrimas queman mi rostro y tus dudas continúan ahí. ¿Qué he de hacer? El amor duele, sí, yo te ofrezco mi vida, mi calendario, mis miedos, mis éxitos y mis fracasos, mis amaneceres y mis atardeceres, te ofrezco sorpresas una vez por semana y algún que otro detalle de esos que te gustan. Te ofrezco risas, caricias a deshora, aventuras y retos. Te ofrezco amistad, charlas hasta la madrugada, cigarros a medias sentadas a la sombra, te ofrezco todo lo que tengo, y lo que no, lo iré construyendo. ¿Y tú?

22 de julio de 2014

Me apago

Te pasas un día, y otro, y otro más... realizando cosas que parece que te llenan, que supuestamente resultan gratificantes para ti... y en el fondo no tienes nada. absolutamente nada. De pronto despiertas una mañana y comprendes que sigues igual de vacía que ayer, igual de vacía que estarás el día de mañana. Y te paras a pensar en el sentido que tiene la vida, esta cotidianidad que te aplasta, estos minutos que van pasando y van pesando sobre tu espalda cansada de tanto cargar con una mochila llena de piedras. Piedras que te pones tú y las que te va poniendo la rutina. Esa trivialidad que se agolpa a los pies de tu cama y hace que no te guste ni por asomo un ápice de ti. Te miras en el espejo y apartas automáticamente la vista porque desprecias esa persona que aparece enfrente, no logras reconocerte, sólo encuentras odio en tu interior. Sigues levantándote, cada día con más desgana, haciendo y deshaciendo la madeja de ilusiones que no son tales, fingiendo que eres feliz cuando te estás muriendo de ganas por abandonarlo todo. Cuando lo único que deseas es taparte hasta las orejas y llorar, esconderte en un rincón olvidado, donde nadie pueda ver lo estúpida que eres, donde nadie más sepa de ti, donde no puedan escuchar los latidos maltrechos de un corazón que ya no es tuyo, donde no sepan que te rendiste antes de comenzar a luchar. Le diste tu vida, tu mejor parte, tus miedos, tus sueños y tu esperanza, y ahora ya no te quedan fuerzas. Ahora ya no quieres siquiera respirar. Le diste el amor que siempre quisiste. Le diste lo que tenías y lo que no. Y seguirías dándoselo. Pero no pudiste retenerla. No se retiene a alguien que nunca estuvo. No puedes amar de por vida un cuento imposible. Sólo puedes esperar que el reloj de arena traspase cada granito al otro lado. Mientras las lágrimas queman tus mejillas y escuecen tus ojos. Mientras la almohada es testigo de los besos que no te daré. Mientras mis manos acarician el teclado. Mientras sigo soñando con cada abrazo ausente. Mientras tarareo las canciones que hablan de ti. Mientras escribo una historia inventada que me gustaría que fuese real. Mientras te prometo que te querré hasta que deje de doler. Mientras te cuento que has sido la primera. Mientras me apago.

15 de julio de 2014

Avanzar

Un tenue aroma a café recién hecho me despierta. Un suave haz de luz inunda la habitación. Mi habitación. En el salón aguarda con su mejor sonrisa, me abraza y sus buenos días son la mejor de las medicinas. A veces el miedo nos paraliza y nos estanca. Y de pronto un día dejamos de sentirlo porque le miramos de frente y comprendemos que no era tan grande. Un empujón hacia adelante hace que nos demos cuenta de que podemos hacerlo, que somos más fuertes de lo que creíamos. Que puede que nuestro lugar no esté aquí, pero éste siempre será un hogar donde amansar la fiera que yace en nuestro interior. Donde callar esas voces que dicen que no lo lograrás. Aquí siempre tendré ese pequeño remanso de paz para encontrar el camino de regreso. Esa niña indefensa que se cubre con su manta hasta la cabeza, que se sienta por la noche a observar constelaciones que no pueden apreciarse en la gran ciudad. Aquí quedan guardados los recuerdos de cuando construías mundos de fantasía con juguetes pequeños, cuando creabas vidas anónimas e inventabas historias que ahora puedes vivir. Hay que enfrentarse a lo que pesa para darse cuenta de que no es tan dura la carga, que la distorsión abarca más de lo que parece y que si limpias un poco el cristal de tus gafas puedes verlo todo con mayor claridad. Teléfonos antiguos y arcas llenas de ropas viejas, de esas que llevaron aquellos que guían ahora cada paso que voy dando, para que no me pierda por sendas embarradas. Pasar de los montes a la brisa del mar, tal vez sea hermoso empezar una etapa allí sabiendo que no dejo atrás el verdor de la vid, sino que parto allende los mares para encontrarme, para comenzar a ser y para seguir creciendo. Y si se tuerce esta carretera plagada de incertidumbres, aquí quedará el sofá de piel marrón oscura donde tantas veces jugué a ser mayor, la piscina que refrescó mis pies las noches de verano, los caminos de tierra que recorrí caminando sin saber si era sur, norte o tal vez el oeste. Es lo hermoso de avanzar, que no siempre tienes que rechazar aquello que te enseñó a ser lo que hoy en día eres, sino atesorarlo y apreciar que gracias a eso ahora puedes mantener la cabeza erguida para observar el horizonte con una perspectiva mejor.

8 de julio de 2014

Te estoy hablando a ti

En algunas ocasiones sentimos demasiado odio contra nosotros mismos. Nos miramos en el espejo y despreciamos ese reflejo absurdo que se dibuja enfrente. Lo observamos con recelo, como si de un enemigo se tratase. Ocultamos nuestra rabia bajo un sinfín de gritos sordos que perecen en forma de lágrimas. Callamos cuanto queremos decir. Nos tragamos nuestra bilis y sollozamos como un cervatillo abandonado en mitad de un bosque. Nos perdemos en mitad de una carretera desierta. Sin saber muy bien qué destino escoger. Izquierda o derecha. Adelante o atrás. Difícil decisión cuando tus dagas te quiebran por dentro. Cuando tus uñas van hundiéndose entre la piel y sangras de tanta presión acumulada. Y llega un instante en el que no puedes más. En que te sientas en el primer parque que encuentras y expulsas en forma de frases hechas todo cuanto abarca una hoja de papel. En que ni el sol consigue cegarte porque ya te has hecho el daño suficiente tú misma. Y entonces lo comprendes todo. No hay mayor dolor que el que produce la indiferencia hacia uno mismo. El ignorarse durante tanto tiempo. El dejarse solo. El ausentarse de sus propias necesidades para auxiliar a todo el que precisase ayuda. ¿Y qué hay de ti? ¿Dónde diablos quedas tú? Demasiadas puñaladas para un corazón tan maltrecho. Demasiadas quejas y demasiados lamentos. Tanto maldecir al mundo y tú eres quien más te maltrata. Valiente infeliz, cómo pretendes levantarte si no lo intentas. Cómo quieres encontrar un hueco en algún lugar si no lo buscas. Déjate de excusas y sal. Sal de esa encrucijada de seres y estares. De esa madeja de pronombres personales que nunca llegarán a ser acompañados por el verbo amar si no es a ti misma. Sal del caos mental que fraguas cada vez que la buscas sin encontrarla. Sal de romanticismos baratos y plumas fáciles. Te has abandonado a ti. ¿Dónde está tu amor? Mírate por un segundo. Cierra los ojos y analiza la persona que siempre soñaste que serías. Venga, hazlo. ¿Realmente eres lo que te gustaría? ¿Crees que mereces todo el daño que te estás haciendo? Vivir así, machacándote como si fueras todo aquello por lo que te enfadabas y llorabas antaño. ¿Recuerdas? Huiste de allí porque no aceptabas que te tildaran de algo que no eras y eres tú quien te destruyes y te catalogas con esa definición. Hablas de justicia y no te he visto ni un instante serlo contigo. Ponte de acuerdo contigo misma de una vez por todas. Sé coherente y reflexiona. Vales la pena. Qué coño. Valgo la pena.

2 de julio de 2014

¿Quién quieres ser?

Sacó una moneda del bolsillo izquierdo de su pantalón. Siempre las llevaba sueltas. No le gustaba llevar cartera. Decía que si las guardaba las sentiría como suyas y el dinero nunca es una posesión individual. Es algo tan efímero como el oxígeno. Va y viene. Se cambia al instante. Giró la moneda un par de veces y finalmente la tiró en el vaso del vagabundo de siempre. Ambos sonrieron. Como sonríen dos viejos conocidos que se alegran de verse. Como lo hacen dos niños tímidos el primer día de colegio. Siguió la rutina de todos los días. Dándole vueltas a un mechero mientras escuchaba I Do it for you. Siempre le gustó esa canción. Cada letra de Bryan Adams le hacía tiritar. Sobrecogerse y echarse a llorar como un niño pequeño. La magia de la música. Parece increíble lo volátil que resulta todo. Lo poco que llegamos a valorar los pequeños detalles a veces. Se sentó bajo el primer árbol que encontró y abrió el libro. Página cincuenta y tres, capítulo veinte. Releyó su propia historia. Páginas que hablaban de creer, de luchar, de sobrevivir. ¿En qué momento dejó de creer en él? ¿Lo había hecho en algún momento? ¿Palabras vacías tal vez? Cuántas veces le dio por narrar leyendas cargadas de optimismo con la esperanza de interiorizarlas. De hacerlas suyas y, de una vez por todas, dar ese golpe en la mesa y lanzarse a la calle con la cabeza alta, para verdaderamente encontrarse con él. Demasiadas palabras escritas por escribir. Por rellenas los huecos en blanco. Demasiados pensamientos de autoconvencimiento que no sirvieron para convencerle de nada. Lee y sonríe. Maldito farsante. Vives de lo que aparentas. ¿Quién eres tú? ¿Quién quieres ser? Se levantó y miró hacia el horizonte. Las nubes cubrían el mar, y los edificios. Para qué fingir más. Deja de mirar a tu alrededor. Deja de huir. Deja de evadir la realidad a golpe de café y cigarrillos. Deja de suspirar y maldecir todo. Da un golpe. De esos de suerte. Sí. Los que cambian la suerte. Porque eso que esperas para ti está justo en el lugar en el que has dejado de buscar. Porque dices que estás cansado cuando todavía no has movido un dedo por ti. Deja los lamentos y las plegarias. Deja el rumor del viento. Que siga azotando la ventana si quiere. El reloj ya se ha convertido en una esfera sin sentido. Ahora te toca a ti. Reconocerte y encontrarte. Salir a buscarte de nuevo. Mirarte a los ojos y ver lo que eres en realidad. Deja de fingir que todo marcha bien. Deja las máscaras en el armario. Grítale al mundo lo que siempre quisiste decirle. Sonríe cuando lo sientas en realidad. Limpia el polvo de los muebles de ese rincón de tu vida que nunca quisiste enseñar. Y eso fue lo que hizo. Optó por despertar de su sueño y apagar la música que tantas veces le había dejado sordo. La que le había impedido escucharse a sí mismo. Empezó a mirarse los zapatos. Y a hablar por él. Y a vivir.