6 de junio de 2014

Nuestra voz

Puede parecer sencillo, ¿verdad? Dejar que las cosas fluyan. Permanecer ahí, como si no importase. Como si al pincharte no sangrases. Como si el frío no te calase hasta los huesos. Un susurro casi imperceptible te dice que debes comenzar a gritar. A dejar de una vez por todas de callarte lo que te molesta. Porque a fin de cuentas yo también cuento. Soy una parte más de este todo que nos forma. Soy una pieza más de este puzzle. Y de tantas veces que han intentado colocarme en un espacio que no era el mío, mis vértices se han ido desgastando. Y el dibujo se ha ido borrando y ya no consigo siquiera adivinar de qué se trataba. Si era un paisaje de un bosque o se trataba de una playa del sur. Si tal vez era invierno o era primavera. No lo sé. Hace tiempo que mi vida estaba estancada de una espiral que nunca me gustó. Y siempre me hacía las mismas preguntas, ¿por qué me pasa todo a mí?, ¿por qué no consigo ser feliz?. Hasta que comprendí que me estaba haciendo las preguntas equivocadas. Y que realmente no estaba haciendo absolutamente nada por cambiar mi manera de ver las cosas. Y es que si realmente pretendemos que todo tenga un sentido diferente hemos de movernos. De iniciar una rotación. Un movimiento. Una nueva perspectiva. Llamémosle cambio. Sí. Dejé de compadecerme de mí misma y me puse manos a la obra. Y poco a poco he logrado trazar una línea distinta. He descubierto que hay nuevos retos que me ilusionan. He aprendido. He crecido. He llorado. He reído. En definitiva, he vivido de verdad. He dejado de ser una espectadora del teatro de mi vida para pasar a actuar en él. Me he subido al escenario y he adquirido el papel protagonista, el que siempre debí tener. Porque mi vida es mía y nadie la va a vivir por mí. Por eso a veces hemos de dejar el miedo a un lado, arriesgarnos y subir a las tablas, dejar que los focos nos iluminen y gritarle al mundo todo aquello que siempre quisimos decirle, no importa quién esté dispuesto a escucharnos, lo importante es que estemos dispuestos a hablar con nuestra propia voz.

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