24 de junio de 2014

La magia

Se aferró a su espalda. Primero suspirando, después sonriendo. Y ella se guardó sus suspiros y se enamoró de su sonrisa. Y suspiró. Y sonrió. Y ambas lo hicieron. Supieron que aquello sería el inicio. O puede que ya hubiese comenzado. Incluso antes de que lo inaginasen. Es lo bello del destino. De esas casualidades que entrelazan vidas. La besó en los labios por primera vez y lo supo. No necesitó mucho más que el dulce roce de su boca con la de ella para comprender que siempre la había esperado, sin buscarla todavía. Recogió cada detalle en hojas de papel y le cambió el nombre. Transformó en historias los breves instantes en que sus miradas tímidas se alimentaban la una a la otra. En silencio. A tientas. Solas entre la multitud. Entre ojos acechando. Entre rumores y sollozos. Entre bostezos y gritos. Miradas y caricias que acrecentaban el fuego. Las llamas ardían en lo profundo de su ser mientras las paredes callaban. Mientras el ascensor subía y bajaba. La música seguía sonando en su interior. Muchas veces se quedó con las ganas de decírselo. Le pudo el miedo. Pero el mundo gira y se encontraron. Coincidencias que hacen que la vida tenga sentido. Y sus ojos se clavaron en ella de nuevo. Y volvió a saber que siempre fue ella. Y esta vez sí se lo dijo. Y al sentir el tacto de su piel junto a la suya, comprendió lo que era la magia.

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